“Se creyó un Joe DiMaggio y cayó en hoyo profundo”. La frase viene por algo anecdótico, para aborda un tema de béisbol.
Cuando mi profesora de octavo grado en la Escuela Rural Piloto de Las Guázumas de Villa Tapia, doña Coralia Medina de Acosta (EPD), se enteró de mi apodo “DiMaggio” (Dimayo, en la pronunciación castellana), ‘muerta de risa’ me contó algo gracioso que alguna vez leyó en un periódico.
En un juego a campo abierto en San Juan de la Maguana, ante un largo batazo el jardinero central fildeó a toda prisa, saltó por atrapar la pelota, pero cayó en un hoyo y tuvo fracturas en sus piernas. De ahí que la publicación titulara con la frase de inicio.
Viene a cuento, pues al parecer, sucede con varios jugadores dominicanos de Grandes Ligas, que se habrían creído superestrellas y pasan “el Niágara pedaleando”. Tales son los casos de Arístides Aquino, Miguel Sanó y Gary Sánchez.
En 2019 Aquino logró una hazaña singular al pegar 19 jonrones y remolcar 47 carreras en 56 partidos con Cincinnati. En Triple A sacudió 28, por lo que tuvo un año de 47 vuelacercas. Para la temporada invernal 2019-20, Aquino se ‘posteó’ solicitando sueldo de superestrella y se encontró con un jerarca azul que le ripostó con la lapidaria frase: “aquí no ha hecho nada todavía”.
El jardinero ha jugado poco y no ha rendido en el invierno y tiene tres años desastrosos con los Rojos, que lo acaban de colocar para asignación, por su mísera actuación este 2022: de 41-2, Ave 0.49 con 23 ponches. Pinta que se arruinó su carrera sin haber ganado dinero.
Miguel Sanó ha tenido campañas de 25, 28, 34 y 30 jonrones el año pasado, pero con números exorbitantes en ponches recibidos, llegando al tope de 183 en 2021, con promedios de bateo a la baja.
El infield de las esquinas de los Mellizos de Minnesota ‘amenazó’ con jugar el invierno pasado con las Estrellas, pero se esfumó. En 2022, último de una extensión de contrato por 3 años y US$30 millones, su marcha es horrorosa: de 54-5 (.093), un jonrón, 3CE, 21 ponches y miserable OPS de .379, cuando .600 es ya lamentable.
En la misma ruta de Aquino (27 años) y Miguel Sanó (28), marcha el receptor Gary Sánchez (29), que viene de dos años en baja con los Yankees y ahora con Minnesota batea .200 (50-10), un jonrón, 19 abanicadas, OPS de .585 y en lista de lesionados.
En la mira de los observadores, Aquino, Sanó y Sánchez tienen en común que no trabajan con ahínco. Ignoran que al talento hay que añadir trabajo para triunfar. Esa ha sido la clave de los Sammy Sosa, Manny Ramírez, Alex Rodríguez, Albert Pujos, David Ortiz y José Ramírez (para dar un ejemplo actual).
A Aquino, Sanó y Sánchez bien les cabría la frase que por el resto de su vida utilizó doña Coralia Medina para saludarme con su habitual sonrisa: “Se creyó un Joe DiMaggio” y por no trabajar (como se alega), han caído en el hoyo profundo de la floja ofensiva, con lo que tronchan el estrellato que se les proyectó. Hasta la próxima