El tiempo, en su trayecto inexorable, en muchas ocasiones se encarga de borrar lo que por muchos años la casi totalidad de la gente tiene como una máxima, aquello que se entendía no podría sufrir cambios ni transformaciones radicales.
Sin embargo, como dice una popular canción “nada es eterno en la vida”, y por eso, grandes imperios políticos, económicos, deportivos y militares han visto como se derrumban sus elementos claves que los se sostenían, y por ende se han ido a pique definitivamente.
Nadie, por ejemplo, imaginó que los Yanquis, tras lograr una temporada espectacular con más de 100 victorias en la serie regular, y luego barrer a los Mellizos de Minnesota, iban a sufrir una debacle ofensiva de sus principales jugadores.
En béisbol siempre se ha sostenido la teoría de que no hay equipos débiles, por aquello de que “la pelota es redonda y viene en caja cuadrada”, pero no es menos cierto que bateadores de la categoría de Edwin Encarnación, Giancarlo Stanton, Didi Gregorius y Gary Sánchez tuvieron una anémica producción.
No produjeron cuando era necesario, y mucho menos nunca dieron ese puntillazo necesario para demostrar poder.
Con razón, el dirigente Aaron Boone asegura que está frustrado por una pobre actuación colectiva que jamás imaginó.
Los Astros es un equipo muy versátil, en especial porque posee un cuerpo de lanzadores abridores que hacen quedar mal a cualquiera, incluso, como sucedió ahora, con la otrora invencible tropa del Bronx, con más de una década que no va a serie mundial, algo que no ocurría desde hace más de 100 años.
Mientras tanto, esperemos a partir de mañana lo que debe ser una gran confrontación entre los Nacionales de Washington y los Astros, comenzando en la casa de estos últimos, por haber acumulado méjor récord en la temporada.