Ahora que comienza una nueva coyuntura en la situación política dominicana con los resultados electorales obtenidos en muchos lugares por el PLD, consecuencia de su control de los estamentos del poder, vale la pena que oteemos lo que el horizonte político perfila para los próximos años con posibilidades de realización.
Naturalmente, en este horizonte no solo se avizoran las tendencias, sino que también caben los imponderables, ya que en el quehacer político fluyen diversas corrientes subterráneas que pueden neutralizar las tendencias, como son los intereses personales y de grupo que en la historia, bien es conocido, juegan su papel, a veces, de manera decisiva.
Lo primero que se perfila es que el reinado del PLD está tocando a su fin. Años más, años menos.
El ciclo histórico PLD-Poder no da más y lo mas probable es que sea desplazado por medios electorales en 2020 .
El propio partido en el poder ya no es la vieja organización fundada en 1973, unificada ideológicamente, sino un amasijo de grupos e intereses donde las formalidades estatutarias ni el recuerdo de su líder histórico juegan ya ningún papel cohesionador. A lo sumo, el PLD pudo retener el poder en 2016 resultado de un ramillete de circunstancias, entre las cuales la utilización al cubo de los recursos del poder y la dispersión de la oposición fueron algunas de las coordenadas que facilitaron la continuidad.
Ahora a la oposición se le abre una brecha por donde puede penetrar la luz de la esperanza.
Y esto tiene que empezar con su desempeño en las comunidades donde el PRM, como principal fuerza política de la oposición, ganó 31 alcaldías, entre las cuales 7 muy pobladas, como son los casos del Distrito Nacional, La Vega, San Francisco de Macorís, Moca, Bonao, Mao y Nagua.
La población que controlará el PRM en esas 7 comunidades ronda los 3 millones de habitantes.
Y el total de los votos obtenidos en las 31 alcaldías triunfantes ascendieron a 704,393, sin contar con los votos obtenidos en las otras comunidades donde se perdieron las elecciones municipales. Más aún, en numerosos municipios donde la alianza PRM –PRSC perdió, controlará la Sala Capitular, por lo que sin su aprobación el PLD no podrá tomar decisiones que no beneficien a los munícipes.
O sea, que estamos en presencia de un poder municipal muy poderoso cuyo desempeño correcto en los próximos años influirá en las elecciones de 2020.
Por otro lado, están los 42 diputados electos por el PRM cuyo papel en el Congreso puede, no solo servir de contrapeso como minoría opositora, sino que con su comportamiento pueden sintonizarse con las demandas de las poblaciones a las cuales representan.
Por ultimo está la propia adaptación del PRM y de los demás grupos opositores a las condiciones de una sociedad que ha cambiado. Se impone una sintonía con las principales reivindicaciones que los diferentes nichos sociales demandan.
A esto se le suma el aprovechamiento de la corriente en boga actualmente entre amplios sectores de la sociedad civil, en el sentido de producir drásticos cambios en el entramado jurídico electoral existente.
El objetivo es que impere la transparencia en las próximas contiendas electorales, para evitar la ocurrencia de graves problemas de legitimidad en los resultados electorales como ocurrió en las recientes elecciones.
De este modo, la oposición debe impulsar la remoción completa de la Junta Central Electoral, su personal técnico al más alto nivel, así como la sustitución de los jueces del Tribunal Superior Electoral.
Todos esos cambios deben hacerse para que personas sin afiliación partidarista ocupen esos puestos y puedan aplicar lo que se ha denominada un nuevo código electoral.
Se abre, pues, una nueva brecha para para evitar que la endeble democracia dominicana colapse.