Algunos consideran al premio Nobel de Literatura José Saramago (1922-2010) como un gran pesimista.
En realidad fue un humanista de primer orden, un intelectual visceralmente honesto que decía con crudeza lo que pensaba.
Una herejía en un mundo y un tiempo en el que muchos consideran que la capacidad de simulación es más importante para “triunfar” que la verdad y el conocimiento.
Tuve la oportunidad de escuchar al autor de “Todos los nombres”, “El evangelio según Jesucristo” en febrero de 2001, cuando la editorial Alfaguara lo trajo al país para presentar su última novela “La caverna”, gracias a que la Fundación Corripio tuvo el buen tino de invitarlo a disertar en el auditorio principal del Banco Central.
Quedé fascinado con la sencillez de aquel gigante, que prefería una pequeña isla africana a una gran península en Europa. Aquel que escribía tan bien sobre ficción hablaba tan crudamente de la realidad que sus palabras -firmes pero suaves- estremecían la conciencia del auditorio.
Se lamentaba el portugués de que el hombre fuera capaz de enviar una nave espacial a la Luna, pero era incapaz de impedir la muerte de millones de niños por falta de pan.
Él veía el hambre como un fracaso para toda la humanidad. Era un pesimista con base, como casi todo hombre consciente.
Sus palabras ponían a reflexionar a cualquiera, incluso a quienes como yo preferimos seguir siendo militantes del optimismo y la esperanza.
Pero ser optimista no significa ser ingenuo, ni tragarse conscientemente un placebo esperando que sea la gran panacea, porque eso sería necedad.
Y todo esto viene a cuento a propósito del anuncio oficial de que el Gobierno invertirá 20 mil millones de pesos en computadoras y demás equipos en la cacareada República Digital.
Hablamos de República Digital cuando todavía los profesores tienen un pensamiento análogo.
En lugar de compra de computadoras se debe multiplicar la inversión en la capacitación de profesores durante al menos 10 años.
Sabemos que las deficiencias del sistema educativo dominicano son estructurales y más viejas que Matusalén, y por tanto no son culpa de este gobierno, y mucho menos del actual ministro, pero ¿podemos hablar de República Digital en el país campeón de los apagones?
Hablamos de República Digital y aún no acabamos el analfabetismo. Hay escuelas donde no llegan los libros de texto.
Cómo hablar de República Digital, cual si fuéramos Corea del Sur, Taiwán o Finlandia, si ocupamos los últimos lugares en Matemáticas y Lengua Española.
Que me perdonen los maestros y alumnos que esperan ansiosos sus computadoras, pero antes de soñar con alta tecnología debemos mejorar mucho la calidad de la enseñanza, de lo contrario no sería más que otro bulto.
Tendríamos estudiantes con tabletas en las manos, pero que no se saben ni la tabla del 5, y seguiremos teniendo profesores incapaces de conceptualizar.
Debo admitir que Saramago tenía razón.