Santo Domingo.-En sus tiempos mozos, al director del Instituto Nacional de Patología Forense, Santos Jiménez Páez, los muertos le aterrorizaban.
Era tanto el miedo que en su pueblo (Miches), cuando pasaba un funeral por alguna calle, él duraba hasta una semana sin recorrer ese trayecto.
Un día, mientras cursaba el octavo curso, las lluvias derrumbaron un puente y se ahogaron tres personas, a las que dejaron en la proximidad hasta que bajara la crecida para sepultarlas.
“Mis exámenes eran por la tarde y cuando salí de la escuela, un billetero que tenía una motocicleta fue al encuentro de nosotros, se llevó primero a su hijo y dijo: yo vuelvo a buscarlo y no bien él se marchó, crucé por el río a tal velocidad que cuando llegué a mi casa y me quité los tenis, las medias estaban secas”, narró Santos entre carcajadas, al recordar que el señor lo encontró a tres kilómetros de distancia.
Cuando él preguntó qué se hizo y a quien le huye, dije: “Oh, a unos muertos que había por ahí”. Paradójicamente, hoy se identifica más con los difuntos que con los vivos.
Conexión oficio vs. PN
Jiménez Páez, quien a su llegada a la Capital traía la “idea” y encomienda de estudiar Medicina Veterinaria con miras de ayudar a su padre, ya que dependían de la agropecuaria, incursionó en la carrera de Patología casi por coincidencia.
En 1985 entró a la Universidad Autónoma de Santo Domingo en Veterinaria, luego optó por Medicina a escondidas de su papá y en el tercer semestre recibió una llamada de él y al preguntarle dónde estaba, instintivamente le respondió: “en una práctica en el Darío Contreras”, y al enterarse de su decisión le dijo: “El mentiroso y el cojo no llegan lejos”.
En corto tiempo le reconoció que comoquiera era bueno.
En el intervalo de sus estudios se asimiló en la Policía Nacional, donde permaneció hasta 2014 cuando fue retirado con el rango de general de brigada.
Fue allí donde al pretender una especialidad estando en el área de la investigación, y el requisito era en base a las necesidades de la entidad, escogió como complemento la Patología por cuatro años.
Había estado en cursos de investigación y vio la relación que guardaba con el delito, se decidió entonces por la patología forense en 1997, justo cuando Sergio Sarita Valdez (su maestro y mentor) creó dicha especialidad y su residencia, en año 2000.
Luego, ganó un concurso como patólogo y cayó en la Maternidad La Altagracia. En 2004 Sarita retomó las riendas del Instituto de Patología Forense y le solicitó que le acompañara como parte de su equipo.
Consultó a su primo al ex jefe de la Policía Nacional, mayor general Bernardo Santana Páez e ingresó como subdirector al Instituto en 2005.
“Él, en ese entonces, era el subjefe de la Policía y me dijo: asúmelo, no te preocupes”. Así lo hizo, y a la salida de Sarita, llegó al cargo de director.
Jiménez Páez dice estar “felizmente casado” con una psicóloga industrial y farmacéutica, con quien tiene dos hijos ya profesionales.
“Mi esposa no rechaza la carrera, no por los muertos, sino porque me absorbe mucho tiempo. Si usted habla con ella dice de inmediato: Él es un esclavo, 24 horas, siempre detrás de los muertos”.
De niño ordeñaba vacas
Hijo de Nicolás Jiménez y Silvia Páez, dedicados a la agropecuaria. Procrearon nueve hijos. Santos era el tercero, y se trasladaba de Casco Blanco a La Mina (unos cuatro kilómetros) para recibir clases hasta sexto curso; a partir de ese nivel recorría 12 kilómetros en bola hasta completar el tercero de bachillerato en Miches.
“Como la modalidad allí en ese tiempo era con orientación en ciencias y letras me llevaron a Higüey donde hice el cuarto de matemáticas, que era lo que deseaba”, narró.
Al combinar sus estudios con la apicultura y los animales, tuvo la oportunidad de optar por una beca de veterinaria, desde entonces le decían “doctor”.
Su padre luego alcanzó la alcaldía por 14 años, lo que obligó a Santos a darle más apoyo. Inicialmente, en la Capital se alojó donde un primo y después pasó a la casa de la Asociación de Estudiantes de Miches.
A su padre lo definió como su amigo, consejero y aliado hasta hace tres años cuando falleció.