García Márquez escribió en 1957 una crónica que tituló “Caracas sin agua”, una joya de la literatura latinoamericana. Hoy, más de medio siglo después, la capital venezolana está sufriendo la tremenda escasez que predijo el Gabo, como consecuencia de una terrible sequía que ha disminuido sensiblemente el cauce de sus portentosos ríos.
Por coincidencia, en la República Dominicana enfrentamos también una sequía fuera de temporada que ha dañado, a decir de los expertos, importantes cosechas de nuestra agropecuaria, con la consiguiente baja que este hecho va a producir en las exportaciones dominicanas. También es motivo de preocupación el rápido descenso de los niveles de agua en los embalses.
Algún día se desatará la temporada de lluvias, tormentas y ciclones. Pero mientras tanto, es un deber ciudadano seguir al pie de la letra las recomendaciones de los organismos que tienen a su cargo el manejo del agua entre nosotros.
Olvidemos por un momento las rencillas políticas que nos distraen y nos alejan de la búsqueda de soluciones a nuestros problemas elementales. Y de paso, dediquemos un buen pensamiento para que Venezuela también vea la lluvia…y que los venezolanos amantes de la libertad y el derecho puedan bien pronto disfrutar la una y el otro, sin limitaciones.