Santo Domingo, la frontera... y Haití... y 12

Santo Domingo, la frontera… y Haití… y 12

Santo Domingo, la frontera… y Haití… y 12

Miguel Febles

El origen de Haití tiene un carácter eminentemente militar. La revolución de la que surgió se extendió unos diez años y bajo el olor de la pólvora se formaron sus caudillos.

Hoy día el Ejército es inoperante para los fines de la defensa nacional, la seguridad interna y el orden público, a pesar de la decisión del presidente Jovenel Moïse, que a finales del año 17 lo reconstituyó tras 22 años de su disolución por el entonces presidente Jean Bertrand Aristide.

La sociedad dominicana, en cambio, se articuló alrededor de la resistencia cultural. Era sumamente débil para oponerse a la decisión de España de entregar el territorio a Francia en 1795, para rechazar su ejecución en enero de 1801 por Toussaint Louverture y para enfrentar la invasión de febrero de 1822 mediante la cual desde Puerto Príncipe se quiso hacer de dos un sólo país.

Haití ha vivido bajo el imperio de la fuerza, que encuentra su mejor expresión en la bota y la pólvora, una característica a la que se le quiso poner remedio en 1915 con la intervención y el tutelaje de la marina de los Estados Unidos de América, la cual se mantuvo sobre el país hasta 1934, y de nuevo en 2004, cuando la ocupación por parte de los Estados Unidos dio paso a una fuerza de la ONU que se mantuvo como garante del orden y la seguridad desde el año 4 hasta el 17 bajo la fachada de Minustah.

La ideología general, la composición política y los intereses del mundo actual consideran incorrecta esta manera del ser nacional.

Una presión militar que se extendió de 1822 hasta más o menos 1856 sentó en el espíritu nacional dominicano la base de la fuerza bruta como garantía de la seguridad. La base material e intelectual de la nacionalidad empezaría tambaleante con la administración azul-lilisiana del último quinto del siglo xix —con los capitales externos que huían de Cuba y con el trabajo educativo de Hostos—, la ocupación del territorio por la marina de los Estados Unidos, la gran dictadura y el complicado pacto social que siguió al magnicidio de 1961, el cual está en las bases de las condiciones material, social y política del primer quinto del siglo xxi, con unas fuerzas armadas que han dejado de ser soporte de la estabilidad y de ninguna manera decisivas en un mundo interno al que se le siente estabilizado desde fuera por los estilos de vida y por la concurrencia de intereses económicos.

La inestabilidad y escaso desarrollo material en Haití no tienen hoy día su causa en desempleo, baja escolaridad, falta de inversiones económicas y en el peso de su historia, en el color de su gente ni en que carezca de ejército. La relativa prosperidad dominicana ni su nacionalidad dependen de una fuerza armada, que hasta para resguardar la línea fronteriza hay que usarla con prudencia.