Santo Domingo, la frontera... y Haití... 3

Santo Domingo, la frontera… y Haití… 3

Santo Domingo, la frontera… y Haití… 3

Miguel Febles

Para dominicanos y haitianos habitantes de la región, la frontera es una raya. Conforme el pensamiento con el curso del sol, en esa raya termina Santo Domingo y empieza Haití. Por allí se les suele denominar rayanos a los que han nacido y crecido con la influencia de la vida en aquellos parajes.

El Diccionario de cultura y folklore dominicano, de Alejandro Paulino y Aquiles Castro (2005), dice de rayano: “Así se le llama al hijo de padre o madre dominicano nacido en la frontera, con padre o madre haitiano. El término está referido a la línea divisoria o los límites entre República Dominicana y la República de Haití, donde los habitantes presentan influencias de las dos culturas que se encuentran en la línea frotneriza”. Orlando Inoa dice en su Diccionario de dominicanismos (2010): “…habitante de la frontera que asimila la cultura dominicana y haitiana”.

Los autores de estos diccionarios refieren el término a la frontera, pero esta es una limitación que deja fuera la gran movilidad humana del Oeste hacia el Este desde los días en que era vista como opción para evadirse de la rigurosa esclavitud que sostenía la prosperidad francesa, cuando el militarismo haitiano estaba en condiciones de imponerse a los dominicanos y, desde siempre, por la incapacidad para impedirlo. La procreación de descendientes entre dominicanos y haitianos ha tenido lugar en todo el país en todos los tiempos. La cultura popular dominicana es, en gran parte, rayana por esta causa, y porque la frontera no está limitada a la tierra.

La abuela de Rafael Leonidas Trujillo Molina, Erciná Chevalier, era rayana de San Cristóbal, hija de Diyecta Chevalier (Juan Bosch, “Trujillo: causas de una tiranía sin ejemplo”, obras completas, tomo ix, Págs. 82 y Sgtes.).

Con esta realidad sobre el papel, escribir de la frontera se complica si es abandonada la línea política y se la busca en las personas, en las cosas y en la cultura, que es tanto como decir en el alma de ambos pueblos.

Dicho lo anterior, se puede entender que los niños que pedían en la Carretera Internacional podían ser haitianos, dominicanos o rayanos. Pero esto mismo se puede decir de una persona nacida y criada en la parte más oriental del país de los dominicanos: que puede ser dominicana, haitiana, o vivir en el limbo jurídico de los rayanos por llevar en sí misma la línea fronteriza. No viven, sin embargo, en el limbo anímico, porque para tener cultura sólo hay que estar socializado y de la socialización nadie se escapa, ni siquiera Mowgli, a quien criaron unos lobos, según Rudyard Kipling en El libro de la selva, el cual ha tenido una exitosa existencia cultural desde 1894.

A pesar de su condición de isleños siameses, dominicanos y haitianos, criados cada uno en su ambiente natural, cuando están de frente activan un complejo juego de fronteras que les impiden ponerse de acuerdo. Algunas serán examinadas en la continuación de estas notas.



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