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San Nicolás de Bari: el santo que inspiró a Papá Noel y reivindica la caridad por encima del consumismo

  • Su vida de generosidad dio origen a una de las figuras más icónicas de la Navidad, aunque su mensaje original de solidaridad suele quedar eclipsado por el espíritu comercial de estas fechas

San Nicolás de Bari, el santo que inspiró la figura moderna de Papá Noel, vuelve a recordarnos cada 6 de diciembre que la verdadera generosidad nace de la caridad y no del consumo. Su vida, marcada por gestos de solidaridad desde la infancia, se convirtió con el tiempo en la base histórica y espiritual de una tradición que siglos después derivaría en el popular Santa Claus.

Nacido en el siglo III en Patara, en la región de Licia (actual Turquía), Nicolás creció en una familia acomodada y destacó desde niño por su inclinación a compartir todo lo que tenía con quienes vivían en la pobreza. Tras la muerte de sus padres, distribuyó su herencia entre los necesitados y emprendió una vida religiosa centrada en la ayuda desinteresada.

Más tarde, y casi por decisión popular, fue elegido obispo de Myra. Su labor pastoral se caracterizó por la asistencia a los más vulnerables y por episodios que, con el paso del tiempo, dieron origen a algunas de sus leyendas más conocidas. Entre ellas destaca la ayuda secreta que prestó a un padre sin recursos para que sus tres hijas pudieran casarse, dejándoles bolsas de oro durante la noche para que no cayeran en la miseria.

De niño Nicolás destacaba por su generosidad. Cuando murieron sus padres y heredó una acaudalada fortuna no lo dudó: distribuyó todad las riquezas entre los pobres de Patara.

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Con el tiempo, su reputación de protector de los pobres, los niños y los navegantes se extendió por Oriente y Occidente. Tras su muerte, sus reliquias fueron trasladadas a Bari (Italia), donde se convirtieron en destino de peregrinación. Su figura se asentó como una de las más veneradas del cristianismo y su festividad del 6 de diciembre se celebró durante siglos en muchos países europeos.

A lo largo del tiempo, las tradiciones populares transformaron su imagen. En los Países Bajos surgió “Sinterklaas”, un anciano bondadoso que llegaba en barco desde España para repartir regalos. Esa tradición viajó a América del Norte con los colonos neerlandeses y allí fue evolucionando hasta convertirse en “Santa Claus”.

Enterado de las penurias de un hombre de su comunidad, ya convertido en obispo, tres noches seguidas Nicolás arroja por la ventana de su choza bolsas de monedas de oro, envueltas en paños para amortiguar el tintineo. En la tercera entrega, el beneficiario lo atrapa y el rumor se extiende: el obispo es un padre para los desposeídos. Este hecho mutará en el tiempo y lo convertirá en el símbolo de la Navidad.

La literatura del siglo XIX, la iconografía navideña y, más tarde, el marketing comercial consolidaron la figura actual: un personaje vestido de rojo, de espíritu festivo y asociado al intercambio de regalos.

Aunque la imagen moderna conserva un eco lejano del obispo generoso de Myra, su mensaje original —la caridad humilde y la ayuda al prójimo— suele quedar relegado frente al consumismo propio de la temporada navideña.

La conmemoración de San Nicolás recuerda, precisamente, que la esencia de la Navidad tiene más que ver con gestos sencillos y solidarios que con el brillo de los paquetes envueltos.

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