Simone Biles entiende ahora que su sufrimiento comenzó mucho antes de su llegada a los Juegos Olímpicos de Tokio. Ya en la capital japonesa, el rostro extraoficial de las justas y una de las mejores gimnastas de la historia era incapaz de esbozar una sonrisa, aunque fuera forzada. Tampoco le era posible destacarse en el mayor escenario mundial para este deporte.
Biles había perseverado durante el escándalo de abusos sexuales y emocionales generalizados que estremeció a la comunidad de la gimnasia en Estados Unidos.
Continuó con su intenso entrenamiento y preparación para los Olímpicos durante la posposición de un año por la pandemia. Estaba bien, según trataba ella misma de convencerse.
Pero en julio, cuando la estrella ganadora de siete medallas olímpicas se dispuso a realizar su rutina de manos libres como parte de la final por equipos, no estaba bien.
Sufría un bloqueo mental, que le hacía perder el control de su cuerpo cuando estaba en el aire. Su mente y su cuerpo no podían sincronizarse. Así que abandonó la competición.
“Pienso que definitivamente todas esas emociones extremas, las agresiones durante los últimos dos años y los traumas llevaron a ese momento, en que todo se rompió justo cuando yo estaba en el escenario global”, dijo Biles.
Tras reconocer que su mentalidad no era la adecuada para competir en forma segura, Biles se terminó retirando de cuatro eventos. Volvió para ganar un bronce en la viga de equilibrio.
Y esa medalla de tercer puesto representó curiosamente una de las mayores victorias de Biles.
El hecho de que haya reconocido de una manera tan pública sus problemas trajo reminiscencias de lo ocurrido meses antes con la tenista japonesa Naomi Osaka, quien se retiró del Abierto de Francia y decidió que no jugaría en Wimbledon.
Y estos episodios redefinieron la discusión sobre la salud mental en el deporte.
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“Les di muchas oportunidades a muchas deportistas aquí”, dijo Biles sobre el impacto que su decisión causó en otros.
Michael Phelps, quien impuso un récord con 23 medallas olímpicas de oro, dijo un día después de la decisión de Biles que la gimnasta había mostrado que “está bien no estar bien”.
El exnadador ha hablado de sus propios problemas emocionales. Incluso reconoció que contempló el suicidio después de los Juegos Olímpicos de 2012. Pero el caso de Biles hizo más pública la discusión.
Durante los últimos años, los deportistas habían comenzado a hablar de la ansiedad, depresión o ideas suicidas que experimentaban.
Pero en medio de las tensiones durante la pandemia y del apoyo masivo mostrado a Biles y Osaka, los deportistas más duros se han percatado de que no es necesario olvidarse de los problemas o seguir otros clichés aplicados a las grandes figuras.
En los últimos tres meses: Calvin Ridley, receptor de los Falcons de Atlanta, se retiró de un partido en octubre para enfocarse en su “bienestar mental”, según escribió en las redes sociales.
“Esto me ayudará a ser la mejor versión de mí mismo, ahora y en el futuro”.
A.J. Brown, receptor de los Titans de Tennessee, compartió un video en el primer aniversario del día en que contempló suicidarse en medio de la depresión con la que lidiaba durante una campaña de 2020, en la que curiosamente su desempeño fue tan bueno que lo llevó al Pro Bowl.
“Sólo quería dar un mensaje positivo de que sigo aquí, sigo creciendo y aprendiendo“, dijo.
Lane Johnson, tackle izquierdo de los Eagles de Filadelfia, se perdió tres partidos por depresión y ansiedad.
“Yo viví en el infierno por mucho tiempo. No hay que guardarse los sentimientos. Es fácil hacerlo para evitar las situaciones por las que uno no quiere pasar”.
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Bianca Andreescu, la campeona del Abierto de Estados Unidos en 2019, dijo que se tomaría una pausa, perdiéndose el comienzo de la próxima temporada, para “reiniciar, recuperarse y crecer” en el aspecto mental, tras dos años desafiantes que incluyeron una infección de COVID-19.
“Yo no podía separarme de todo lo que pasaba en la cancha. Sentía la tristeza y la turbulencia colectiva y todo eso me ha pasado la factura”, escribió en las redes sociales la tenista canadiense de 21 años.
Valtteri Bottas, piloto de la Fórmula Uno, se distanció de su postura, normalmente reservada, y habló de los problemas mentales que lo pusieron al borde de renunciar al automovilismo.
El finlandés consideró que sus declaraciones en un podcast fueron “terapéuticas”, y añadió que su objetivo había sido ayudar a los aficionados en su país. “Normalmente no he compartido mucho de lo que hay dentro de mí… Pienso que ellos tienen el derecho de conocerme un poco mejor como ser humano”.
Greg Miller, consejero profesional del servicio de atención psicológica Thriveworks en Cherry Hill, Nueva Jersey, consideró que los casos de Biles y Osaka abrieron la conversación sobre el tema.
Pero advirtió que ello no significa que desaparecerán los estigmas sobre la salud mental.
Los deportistas, particularmente del género masculino en deportes tradicionales de Estados Unidos seguirían dudando en pedir ayuda si la necesitan.
“Como hombres, se nos enseña a ser individuos que resuelven las cosas con energía y resistencia, no con comunidad y vulnerabilidad”, dijo Miller.
“Hay grupos de personas en el país para quienes los individuos que hablan de sus sentimientos son débiles o carecen de masculinidad en general… Como sociedad, necesitamos mirarnos a nosotros mismos y decidir si una conversación abierta sobre salud mental se basa o no en la fortaleza”.