En un supermercado en un suburbio de Nueva York, me agradó encontrar un emblemático producto dominicano, el salami de Induveca, que mi generación sigue llamando salchichón.
Aprendí a apreciarlo por mis hijos, fanáticos de primera cuando eran niños, frito en rodajas con mangú o tostones; o en un guiso criollo con algún vívere.
Lo recordé al enterarme de que ayer 7 de septiembre fue el Día Nacional del Salami, celebración muy apropiada porque merece celebrarse este producto cárnico típicamente nuestro, adaptación local del de Genoa que es diferente en sabor, presentación y forma de consumirse.
Los sándwiches y hamburguesas han opacado al salami para la comida rápida o callejera, pero antes eran populares los sabrosos friquitaquis de pan de agua, salami y ruedas finitas y tomate, que vendían marchantes por toda la capital.
Es tan versátil que hace muchas décadas en un retiro religioso probé unos sabrosos espaguetis con una salsa parecida a la boloñesa en que el salami aporta la proteína. Me alegra felicitar a Induveca, líder del mercado, y demás productores del salami criollo, ¡que seguramente potencia al “mangú power”!