No creo que haya necesidad de defender al magistrado Román Jáquez Liranzo, presidente del Tribunal Superior Electoral (TSE). Su hoja de vida es un testimonio de integridad. Pero quedarme callado ante acusaciones inmerecidas, sería una complicidad con sus detractores. ¡Dios me libre de eso!
Al magistrado Jáquez le considero un amigo, pero sobre todo le considero un hombre justo y valiente.
Me ha tocado postular ante él, algunos casos con ganancia de causa, en otros no; pero en todos debo reconocer su imparcialidad. Puedo llegar a diferir de su criterio, pero jamás a levantarle calumnias por no ser complaciente conmigo.
El PLD no le perdona que no cediera ante sus presiones. Tan habituados estaban a tener jueces sumisos y genuflexos, que ven la decencia como una afrenta imperdonable.
Ministros le llamaron hostigantemente, desde el Senado le amenazaron con un juicio político, e incluso lo despojaron de su seguridad en medio de la calle. Todo esto para que decidiera un caso a conveniencia de los intereses del todo poderoso Danilo Medina. Pero se equivocaron de juez.
Ahora le acusan de “hacerle cara bonita al PRM” para que lo designen en la Junta Central Electoral, cuando incluso recientemente el TSE emitió una sentencia contraria a los intereses del PRM, favoreciendo al Partido Cívico Renovador (aliado al PLD) con una diputación nacional.
El magistrado Jáquez Liranzo implica un antes y un después en el TSE. Es un ser humano y un profesional que dignificaría cualquier entidad donde esté. Lo que no podemos es privarnos de sus servicios por las infamias de quienes tanto daño le han hecho a este país.