Trump ejemplifica cuán contraproducente es conducir cualquier política según emociones o creyendo que todo se trata de relaciones primarias o personales.
El líder de la mayor potencia del mundo cree que amistarse con Putin varía los objetivos de largo plazo que el exagente de la KGB tiene trazados, en bien de Rusia y no de los Estados Unidos.
Trump luce creer que abrazarse con Xi Jinping cambiará las metas estratégicas chinas para restaurar la milenaria grandeza de ese enorme país, cuyo éxito seguramente menguará el liderazgo gringo.
El lamentable estado del prestigio e influencia norteamericanos como consecuencia del ideario aislacionista, torpe y cortoplacista que llevó a Trump al poder, encierra valiosas lecciones para países que buscamos vencer la pobreza, mejorar el imperio de la ley y ampliar nuestros horizontes.
Las naciones que están mejorando sus economías y la vida de sus ciudadanos no son las que bailan sólo la música que toque Washington. Nuestra dependencia de Estados Unidos para comercio e inversiones, nos deja a expensas del humor de Trump.