Por estar el atletismo dominicano en uno de sus mejores momentos en el plano competitivo, con actuaciones sobresalientes de la mayoría de los miembros de la selección nacional, llegó a mi mente la injusticia que se cometió con la velocista Zeneida Trinidad de la Cruz, por parte de su propia Federación, durante la celebración de los XII Juegos Centroamericanos y del Caribe.
En esa ocasión, los dirigentes de ese organismo no defendieron en lo más mínimo a esta atleta, de las acusaciones que le formularon por lo menos tres delegaciones, argumentando que la dominicana tenía más rasgos masculinos que femeninos, y que por lo tanto no podía competir de igual a igual.
Resulta que Trinidad de la Cruz, “ahogada” por las acusaciones, decidió no competir y retirarse del atletismo, a pesar de tener en su poder la mayoría de los récords nacionales.
El tiempo le quitó la razón a sus acusadores, dado que Zeneida, fallecida hace unos años, se casó y tuvo por lo menos dos hijos, con lo que echaba al suelo los improperios en su contra.
Todavía es tiempo de que la Federación de Atletismo haga un alto y como acto de justicia rectifique su expulsión y le reponga todos sus marcas nacionales.
Estoy seguro que si Zeneida hubiese tenido algún abolengo social, y no una campesina desconocida nativa del municipio de Sabana de la Mar, otra sería la historia.
Y esa suspensión, demuestra una vez más que los atletas muchas veces están totalmente desprotegidos por los propios dirigentes que deben velar por su seguridad en términos generales. Insisto, en que este caso, ya olvidado por la mayoría de los dominicanos, debe someterse a una revisión inmediata.