Retrato hablado
Su rostro era oscuro, tenía entre 35 y 45 años, talla mediana, mirada aburrida como experto repitiendo una rutina. Faltaban poquitos minutos para las 4:00 de la tarde del viernes pasado.
En la Erik Eckman, saliendo de Arroyo Hondo, esperaba el semáforo para doblar en Los Próceres.
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El motorista tocó el vidrio de la puerta delantera del pasajero y señaló con su mano derecha su muñeca izquierda, como preguntando la hora. La señalé en la pantalla del radio; casi sonrió.
Hizo seña de bajar el vidrio y mostró una pistola. Lo bajé. Me dijo: “Dame el reloj”. La manga tapaba el reloj y los segundos que tenía parado ahí no bastaban para haberlo visto. Se lo pasé.
“Dame también el anillo”, dijo sin ninguna emoción. Se lo di. Me miró serenamente y dijo: “No hagas nada”. Se fue sin prisa. Dobló en contravía por Los Próceres, frente a las cámaras de Fedex, KFC y Burger King. Todo pasó en menos de veinte segundos. Respiré hondo y agradecí a Dios estar vivo.
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