Ayer el PLD, el segundo de tres partidos boschistas, que en medio siglo de existencia gobernó 20 años, inició su X Congreso Nacional Ordinario procurando una renovación política. Su líder, Danilo Medina, sigue impedido por la Constitución para intentar otra presidencia.
No asistió su candidato de las elecciones pasadas, que apenas logró 10 % del voto y quedó tercero, sin representación en el Senado.
Danilo arengó a su partido diciendo que el PLD “seguirá vivo y se levantará de esta caída con más luz”. Recuperar la confianza de los votantes se hace casi imposible sin una renovación del liderazgo que empodere a muchísimos dirigentes honestos y capaces, sin compromisos con la corrupción imputada al actual grupo dominante.
Medina cree que su PLD “no morirá, ni se convertirá en un partido minoritario del sistema político, porque es un sentimiento, mucho más grande que cualquiera de sus dirigentes”.
Ningún peledeísta, excepto Bosch, ha tenido un liderazgo como los de Balaguer o Peña Gómez y hay que ver cuán insignificantes son hoy el PRSC y el PRD. Sin reinventarse, con nuevos líderes y mejores ideas, así será el triste destino del PLD.