La resiliencia es la capacidad de un sistema de acomodarse a las tensiones que alberga y de recuperarse de choques externos.
La resiliencia económica de un país requiere una coordinación efectiva de la política fiscal, monetaria y laboral en un contexto de claras prioridades de desarrollo.
Confrontados con el COVID-19, dicha coordinación asegura liquidez para los actores económicos, contención del desempleo —o por lo menos preservación del poder de compra del consumidor— y continuidad de la estrategia de desarrollo. Así, después de la pandemia, la economía seguirá trillando su senda de largo plazo.
La resiliencia de un país a los choques económicos —en este caso derivados de la disminución del consumo por la cuarentena para contener el contagio— previene el declive excesivamente abrupto del comercio y la inversión y hace posible una recuperación más rápida.
Qatar, con liquidez garantizada por sus exportaciones de gas natural, sus reservas internacionales netas, su fondo soberano y su confiable calificación de crédito en los mercados internacionales, pudo rápidamente responder a la emergencia de salud pública y al frenazo provocado por la cuarentena.
Apoyando al sector privado y manteniendo la integridad del mercado bancario y financiero preservaron el tipo de cambio. Los mercados internacionales renovaron su confianza en la calificación de crédito, ofreciendo 5 veces más recursos que los demandados por Qatar en la emisión de US$10 mil millones en bonos para financiar parcialmente la respuesta a la crisis.
Con US$75 mil millones de apoyo al sector privado y US$3 mil millones de garantías crediticias a la banca, la contundente respuesta preservó el empleo y previno las quiebras. Más aún, los bajos costos de producción del gas natural licuado (LNG) permiten a Qatar seguir honrando sus compromisos de suministro aún a los precios deprimidos del año en curso.
El programa de expansión de 77 millones de TM a 126 millones de TM de LNG continúa inalterado. Fabricantes chinos y coreanos producen desde abril pasado los buques requeridos para transportar esa capacidad exportadora adicional. Con esto, y con los servicios prestados tanto a EEUU como Rusia para distribuir su propio LNG, Qatar se consolida sólidamente frente a sus demás competidores.
Mientras en otros países los contagios se disparan y las ventas disminuyen por el desmonte prematuro de las medidas de emergencia, el éxito de Qatar en la contención de la pandemia —descrito en esta columna en junio pasado— no le ha hecho dormirse en sus laureles.
Nadie sale sin mascarilla o sin el app de rastreo de contactos instalado en su móvil. Las pruebas masivas continúan en puertos de entrada y centros de salud. El distanciamiento social es parte de la “covidianidad” sin que por ello el consumidor se aleje de tiendas, restaurantes o eventos sociales.
Sin duda que la resiliencia qatarí confirma la importancia de la gobernabilidad.
Ello permitió un flujo constante de visitantes a exposición “La República del Color”, numerosos participantes en las conferencias en la Universidad de Qatar y 60 comensales en la exquisita cena preparada por María Marte.
No podemos sentirnos más agradecidos.