Rescatar el humanismo integral

Rescatar el humanismo integral

Rescatar el humanismo integral

A propósito de la deshumanización y sus consecuencias que nos abochornan con sus escándalos cotidianos, es edificante recordar el pensamiento Jacques Maritain, uno de los filósofos más importantes del siglo XX, que plantea el humanismo como sostén del poder político y la construcción de la sociedad.

En su obra “Humanismo integral”, el autor propone una teoría humanista que se enfoca en el hombre integral, recordando que el ser humano no es solo su aspecto económico ni su vertiente espiritual y que todos los reduccionismos se vuelven contra él tarde o temprano.

Maritain afirma que cuando se desvirtúa la relación del hombre con el hombre, con el mundo y con Dios, aparece el vacío y sin sentido, por lo que propone construir una cultura o civilización a partir del hombre y su fin último.

Asimismo, sostiene que, en la política, para gobernar o ejercer el poder debe incluirse todo lo trascendente del hombre, pero no llegando al límite de su adoración como lo hace el capitalismo individualista.

Maritain hace un análisis definitorio del humanismo integral a partir de unas características, de ellas se destacan, entre otras, el respeto verdadero de la dignidad humana, la creación de comunidad fraterna y el destierro del lucro.

El respeto verdadero de la dignidad humana:

En el humanismo integral, la dignidad humana no es un discurso, es un principio que orienta la política en el cual defender la dignidad humana es dignificar a las personas, asegurar una mejor vida para los hombres y mujeres, en base a sacrificios personales y sociales.

Creación de comunidad fraterna:

La fraternidad como sostén comunitario y de cohesión debe permear la sociedad y todos sus mecanismos de vinculación.

La humanidad nos hermana a todos y nos hace responsables los unos de los otros. Una expresión de fraternidad es la amistad fraterna que debe impregnar el orden social.

Destierro del lucro:

Una vida austera sustentada en los mínimos que aseguren la dignidad humana, no solo engrandece al hombre, sino que lo libra de perder su esencia, porque sacralizar el lucro es el principio de la deshumanización.



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