Nuestra casa común se encuentra seriamente amenazada y no por extraterrestres, sino por quienes la habitamos. Observamos con seria preocupación cómo cada día es más frecuente enterarnos, a través de los diferentes medios de comunicación, de la ocurrencia de una progresiva multiplicidad de sucesos que van en menoscabo de los sistemas ambientales locales y globales; y provocando los mismos, graves daños a la salud humana y a sus bienes.
De ahí es que, si los efectos del daño ambiental continúan con esa intensidad en el tiempo, estaríamos en presencia de un daño permanente, que pondría en peligro nuestra propia sobrevivencia. Lo anterior va de la mano con un dicho español que dice así: “Dios perdona siempre; nosotros los hombres perdonamos algunas veces sí, algunas veces no; la Tierra no perdona nunca”.
La Tierra no perdona, así como suena; si nosotros seguimos deteriorando la Tierra, la respuesta será de consecuencias catastróficas, sin ánimo de ser fatalista, pero no podemos tapar el sol con un dedo. Por tanto, si queremos cuidar la humanidad, debemos cuidar la Tierra.
En la República Dominicana, nuestra Constitución consagra que el derecho a un ambiente sano debe ser garantizado por el Estado. También incluye que toda persona tiene derecho a un medio ambiente adecuado, y este se considera una condición previa para el disfrute y goce de derechos humanos, incluidos los derechos a la vida, a la salud y un nivel de vida de calidad. Asimismo, contiene el fundamento de la legitimación difusa y de los bienes ambientales que pertenecen a todos los dominicanos, por lo que al lesionar cualquiera de ellos todo dominicano es afectado en su interés.
Es que todos los recursos naturales no renovables, los recursos genéticos, la biodiversidad y el espectro radioeléctrico son patrimonio de la Nación; Eso explica con claridad que todo dominicano es propietario, no a título personal, sino a título colectivo, de esos bienes señalados.
Por tanto, si continuamos, por ejemplo, poniendo en estado permanente de peligro la pérdida de cobertura forestal nativa y endémica, cuestión ésta que amenaza severamente la biodiversidad; y que está ocasionando a su vez, que un 10 % de las especies de flora y fauna estén en peligro de extinción. Entonces, se está perturbando dolorosamente el patrimonio de todos.
De igual manera, si se sigue extrayendo arena de ríos y además continuamos convirtiendo estos en cloacas; no solo estamos afectando un bien de todos, sino que ponemos en riesgo el recurso agua en el país.
Si no evitamos que una vez acabadas las operaciones mineras no dejen grandes pasivos humanos y ambientales, como el agotamiento de algunas reservas naturales, deforestación, cráteres, desmontes de cerros, ríos contaminados, entre otras realidades. A la sazón nos volveremos como país más vulnerable al cambio climático y otros desafíos globales.