Relanzar la educación

Relanzar la educación

Relanzar la educación

Federico Alberto Cuello

No hay mayor prioridad para país alguno que relanzar su educación después de la pandemia. Esto es particularmente cierto para la República Dominicana, localizado en la región del mundo que por más tiempo tuvo cerradas sus aulas.

Todos respiraron aliviados luego de que el gobierno reafirmara su compromiso de invertir el 4 % del PIB en educación.

Para algunos, asignarle tantos recursos requiere más proyectos que los programados a la fecha.
Olvidan los que así piensan que dicho porcentaje es inferior a lo invertido en países vecinos como Bolivia (8.9 %), Bélice (8.7 %), Costa Rica (6.7 %), Barbados (6.5 %), Honduras (6.4 %), Brasil (6.1 %), Jamaica (6 %), Chile (5.4 %), Surinam (5 %), Colombia (4.9 %), Argentina (4.7 %), Uruguay (4.7 %), Nicaragua (4.5 %), México (4.3 %), Perú (4.2 %), Ecuador y Trinidad-Tobago (4.1 %).

Relanzar la educación requiere revertir los efectos del COVID-19, conllevando la formulación y ejecución de múltiples proyectos que permitirán a las nuevas autoridades del Ministerio de Educación ejecutar holgadamente el presupuesto asignado.

Según el profesor Fernando Reimers, dichos efectos fueron “pérdida de aprendizaje, desinterés, deserción estudiantil, agotamiento de los profesores y una creciente falta de confianza entre la población, las autoridades educativas y los gobiernos” (“Americas Quarterly”, 22.1.2022).

Será imposible saber cuánto fue el aprendizaje perdido sin hacer por lo menos un muestreo de alcance nacional.
Después de tanto tiempo sin estudiar, el resultado del muestreo servirá de fundamento para programar clases intensivas de recuperación.

La alternativa será seguro menos popular: disponer la repetición del último curso superado antes de la pandemia.
Será difícil revertir el desinterés generalizado por la educación que tienen los estudiantes después de tanto tiempo de aislamiento.

Convendría tratar a los estudiantes como actor activo del sistema, delegando en ellos responsabilidades que renueven su interés, como sembrar y cosechar huertos escolares, cocinar en los comedores, integrarse a los equipos deportivos, organizar el liderazgo estudiantil en las aulas, programar debates sobre temas de interés y relanzar los modelos de la ONU.
Iniciativas como éstas ofrecerán oportunidades para recuperar habilidades perdidas por tanto depender de las redes sociales.

Será inevitable transformar los currículas para elevar el atractivo de las clases y su relevancia para el avance social del estudiante, si es que se quiere revertir la deserción estudiantil.

Teniendo en el país casos exitosos de currículas relevantes para los desafíos de la cuarta revolución industrial, que robotiza la industria y automatiza los servicios utilizando algoritmos de inteligencia artificial, procede ahora con urgencia generalizarlos a nivel nacional.

Esto va de la mano de un esfuerzo masivo y continuado en el tiempo de capacitación profesoral, de reclutamiento de nuevos profesores, de estricto apego a las normas de reclutamiento meritorio inexplicablemente desechadas y de construcción de nuevas escuelas para garantizar una tanda extendida para todos.

Muchos serán así los proyectos a ejecutar con los recursos asignados para elevar la efectividad del sistema educativo y abrirlo a la innovación, con miras a tener esa educación de calidad que nos comprometimos a tener para el 2030.

Urge pues relanzar la educación después del COVID-19.
Sólo así saldremos del sótano en el que nos encontramos en las pruebas internacionales de calidad educativa.



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