Una clave indispensable para auscultar el carácter de cualquier pueblo es su sentido del humor.
¿Qué nos da risa? En el último medio siglo los dominicanos sin dudas hemos refinado nuestra apreciación de lo cómico.
Mientras en los años 60 y 70 nos burlábamos cruelmente de tuñecos, homosexuales, gordos o minusválidos mentales, la foránea noción de lo “políticamente correcto” ya permea el mejor humor criollo.
Las sutilezas de la sátira y el ingenio, que requieren de mayor inteligencia, van ganando terreno.
Es un avance enorme que crecientes números de ciudadanos se compadezcan en vez de reírse ante la crueldad implícita en la burla frente a hechos o situaciones cuyos protagonistas simplemente son distintos o deficientes.
El buen humor fino y criollo brilla por su ausencia en la prensa escrita (¡cuánta falta haces, Harold!) y la televisión, aunque las redes sociales rebosan de memes y videos cómicos.
Ridiculizar a los poderosos en vez de los débiles es una poderosa herramienta política.
Ciertos políticos oficiales y opositores merecen un “tratamiento Trumpístico”. ¡Para enseriarlos!