Sin la lengua sería posible alguna sociedad humana pero como las de simios avanzados. No pasaríamos conocimientos ni tecnología y ciencia de una generación a otra.
Sin embargo, no es sólo la capacidad de comunicarnos verbalmente, lo que permitió que la cultura humana alcanzara su estadio actual, tras seis mil años.
La escritura, fijar la lengua o cifras en soportes que preserven la idea, es lo que posibilita las ciencias, investigaciones, poesía, informes técnicos, contabilidad, leyes, justicia e industria.
Siendo así, y visto el deletéreo efecto en la lengua de las redes sociales, los afanes «progres» y otros fenómenos actuales, es curioso que a ningún joven le dé con sugerir que uno más uno es otra cosa que dos, con su correspondiente guarismo.
La sobria exactitud y belleza de los números es el último reducto de la razón y la sensatez. Pero el habla, la escritura, ¡válgame Dios! ¿Cómo salvaremos la ortografía y la gramática? Generaciones que violentan las reglas gramaticales, las más básicas e imprescindibles, ¿respetarán leyes y normas sociales?