En nuestro país entre 10 y 15 personas cada día pierden la vida víctimas de la violencia, a lo que debemos sumar las personas que fallecen por falta de atenciones médicas oportunas y de calidad, las que se mueren en accidentes de tránsito por el mal estado y señalización de nuestras calles y autopistas. Decenas de vidas cada día, decenas de familias sumidas en el dolor.
¿A quién le podemos anotar esas muertes? ¿Quién es el responsable de garantizar la seguridad ciudadana, la salud, el buen estado de la calles y autopistas?
El dinero que pagamos en impuestos no es para que los funcionarios se asignen lujosos salarios y asqueantes pensiones, ni para que compren villas, ni regalos a sus amantes. Ese dinero, nuestro dinero, es para que se nos garanticen servicios básicos, que por demás son derechos fundamentales.
El sistema de corrupción e impunidad imperante en República Dominicana no solo roba nuestro dinero, sino que ese robo provoca que no tengamos los servicios derivados de nuestros impuestos; en consecuencia, se pierden decenas de vidas cada día por la falta de los mismos. Cada día que continúe este estado de cosas, nuestro país lo paga con sangre. Por eso debemos estar conscientes de la responsabilidad que tenemos. Sobre nuestros hombros reposa la posibilidad de cambiar esa realidad. Tenemos la oportunidad de poner fin a este régimen de sangre.
Es un deber sagrado seguir convirtiendo la indignación en esperanza; y esa esperanza en una fuerza transformadora capaz de producir cambios reales en el sistema político dominicano; cambios estructurales en el sistema democrático.
Hoy tenemos la oportunidad de liberarnos del secuestro institucional, del abuso, la burla y la deshonra; tenemos la oportunidad de fortalecer nuestra democracia y dar pasos de avance el en ideal de nación aún pendiente de Juan Pablo Duarte.
Hoy tenemos el irrenunciable compromiso de demostrar que el sacrificio de nuestros héroes y heroínas valió la pena. Ese ideal de país por el que ofrendaron sus vidas es posible ahora más que nunca.
La lucha por el fin de la corrupción y la impunidad es una causa nacional. El mayor gesto de patriotismo que puede hacer un dominicano en estos momentos es vestir de verde y abrazar esta lucha.
Les invito a que asumamos la consigna de Francisco Alberto Caamaño en 1965: unidad, unidad, unidad ¡Viva la República Dominicana!