El país camina rumbo a importantes modificaciones y reformas para cambiar o redefinir el futuro y acelerar notablemente nuestro envidiado progreso y desarrollo.
Su fracaso podría sumirnos en peligrosas crispaciones sociopolíticas.
La paz y la estabilidad son activos intangibles indispensables. Por eso es impostergable cerrar la creciente brecha entre ricos y pobres y promover que aumenten las inversiones, con creación de más empleos y riquezas. Los problemas nacionales son harto conocidos, réquete bien estudiados.
Por eso insisto: la voluntad política y macana legal importan más que un casi imposible consenso o unanimidad en torno a otra reforma constitucional, las cuestiones fiscales, laborales y de seguridad social, efectividad de la instrucción pública, remediar la vergonzosa quiebra de las EDE y mejorar la eficacia de fiscales y jueces.
Mejorar el gasto gubernamental es mejor que cobrar más impuestos a quienes ya estamos hartos de cumplir carísimas obligaciones fiscales sin recibir casi nada a cambio. La formalización e inclusión financiera serían imposibles aumentando los castigos impositivos.
El presidente Abinader tiene una oportunidad excepcional para quedar en la historia como el mayor promotor de la riqueza y el bienestar de todos los dominicanos. Ojalá la aproveche.