La ambición es uno de los peores defectos que puede tener una persona o grupo, porque los ambiciosos no conocen ni reparan en límites cuando se trata de conseguir fortuna, aún cuando para ello dañen a terceros. Son muchos los hechos que podrían servir de ejemplo de hasta dónde lleva la ambición a ciertos individuos. Son capaces de matar y destruir con el fin de alcanzar para sí lo que es de otros.
El desconocimiento y la despreocupación por las consecuencias de nuestros actos, además de la irresponsabilidad, describe la inconsciencia, que es consecuencia de la ignorancia. La construcción de la condición humana es una lucha permanente por superar la barbarie, que es el mundo de la ignorancia y la ambición.
Ambición o ignorancia siempre han acompañado los hechos que han cubierto de dolor a la sociedad en distintas épocas históricas. Indescriptible es, entonces, el peligro de que éstas dos condiciones se acompañen mutuamente, porque multiplican por mucho la capacidad de maldad. Por eso, cuando la ambición se hace compañera de la ignorancia estamos frente a una de las combinaciones más letales.
La peligrosa unión entre ignorancia y ambición se han conjugado en torno a muchas cosas perversas en nuestro país para producir peligrosos desastres, como son las acciones malsanas contra el medio ambiente y los recursos naturales. Da pena pasar por muchos ríos que antes eran importantes fuentes de agua de nuestro país y que hoy son cauces secos por donde, en ocasiones, cruza agua.
Muchas décadas de indiferencia ante el hacha y la sierra, combinada con el sistemático despojo de arena y gravilla del cauce de los ríos y la explotación minera despiadada, ante la mirada cómplice e indiferente de las autoridades, han originado un desastre ecológico que hoy es causa de sequía prolongada y calor extremo.
En estilo cínico se puede afirmar que lo que ha ocurrido es un fenómeno “natural”. Decenas de años extrayendo de los ríos cientos de camiones de arena, todos los días, y el sistemático desmonte de los bosques y la destrucción de la biodiversidad es natural que ocasionen un desastre.
Pero no obstante las evidencias de la fragilidad del medio ambiente en República Dominicana, la combinación letal de ambición e ignorancia se empeña en seguir lastimando la ecología, a través del impulso de diferentes empresas mineras que han venido a apoderarse de nuestra riqueza al tiempo que degradan y destruyen nuestros ecosistemas.
En las semanas recientes se han producido una serie de incendios forestales, que permiten sospechar que se vinculan a las pretensiones malsanas de continuar avanzando en el propósito devastador. Y mientras las montañas arden, las autoridades actúan como si nada estuviera pasando. Es impresionante ver la indiferencia de nuestros funcionarios (que están concentrados en pasar a cualquier precio una reforma constitucional que haga posible la reelección) frente a este hecho que pone en peligro el futuro de nuestra nación. A pesar de las denuncias que señalan la actuación de manos criminales en el origen de esos incendios, sobre todo el que se ha producido en Loma Miranda, no se ha investigado ni se ha procurado una explicación lógica que tranquilice a la población dominicana que tanto amamos ese entorno natural.
El incendio de Loma Miranda, salvo prueba científica contraria, no me parece que sea producto de uno de los mecanismos de la naturaleza para mantener su equilibrio. En las redes sociales se afirma que una importante compañía de explotación minera dio la orden para que incendiaran Loma Miranda, y se han mostrado evidencias físicas, como galones de combustible quemado, encontrados en los lugares donde se originó el fuego, pero las autoridades parecen no enteradas. Lo más sospechoso es como han actuado los militares que custodian esa zona, reprimiendo, maltratando e hiriendo a personas que, en actitud voluntaria, permanecen trabajando para socavar el incendio.
Mientras el liderazgo político está hablando de una reforma constitucional para seguir en el poder, el país está ardiendo por las cuatro esquinas. Confío en que pronto llegue el día en que sus ambiciones de poder y de riquezas y su ignorancia, en torno a los daños que se está haciendo a la naturaleza, pongan a arder sus dominios, posibilitando una reforma en los propósitos colectivos, que nos permita recobrar el impulso hacia la más humana misión, que es la de preservar el planeta para disfrute de las presentes y futuras generaciones.
«Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no la escucha.» – Víctor Hugo
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