Reforma fiscal y las expectativas de la gente

Reforma fiscal y las expectativas de la gente

Reforma fiscal y las expectativas de la gente

Antonio Ciriaco Cruz

Una expectativa es una predicción de lo que creemos que ocurrirá en el futuro. A veces las expectativas pueden distorsionar nuestra percepción y la forma en que pensamos y hacemos las cosas.

El comportamiento y las decisiones que asumen los agentes económicos, casi siempre están condicionados a sus expectativas en cuanto al futuro. ¿Cómo? Por ejemplo, las decisiones de consumo de los hogares estarán en directa relación a la posibilidad de perder o conservar empleo o bien de tener una disminución o aumento en el poder adquisitivo.

En el caso de quien toma la decisión de invertir, las expectativas de crecimiento y consumo de la economía le serán útiles para decidir si, por ejemplo, aumenta su capacidad instalada o inclusive toma de decisiones en cuanto a seguir compitiendo en el mercado.

Lo mismo sucederá con aquellos que formulan y generan políticas públicas. Para ellos es relevante conocer las expectativas de crecimiento, que estarán directamente relacionadas con la dirección de las políticas públicas desarrolladas; conocer del entorno y contexto en el cual se aplicarán esas políticas, y los posibles efectos y reacciones de los agentes económicos.

A propósito de la reforma fiscal, la gente común piensa que la “reforma” afectara su nivel de vida. La gente se torna pesimista, temeroso, y quizás con razón, tomando en consideración los resultados de reformas anteriores. En la generalidad de los casos, el ciudadano percibe que cuando se habla de “impuestos” es como que le “sacan el dinero de la cartera”.

Sin embargo, nunca debe ser así. Los impuestos juegan un papel “civilizatorio”. En una sociedad moderna, el papel civilizatorio radica en la capacidad de financiar servicios públicos esenciales como la salud, la educación, la seguridad y la infraestructura.

Al recaudar impuestos, el Estado puede invertir en la mejora de la calidad de vida de la población, promover el desarrollo económico y social, y garantizar la cohesión social. Ese debe ser el objetivo de la reforma fiscal.