SANTO DOMINGO.-El amor de una madre va más allá de la vida, trasciende en el tiempo y el espacio, da la calma en momentos de angustia, sirve de brújula cuando no encuentras el horizonte; te fortalece cuando te sientes débil, te acompaña en los momentos de silencio; llora con tus tristezas, todo lo envuelve y lo hace pleno.
Así define el inmenso amor que dan las madres la psiquiatra-terapeuta sexual y de parejas Mirta Castillo, quien recuerda las famosas frases de libros infantiles: “Mi mamá me mima”, “yo amo a mi mamá”, las cuales reflejan la enseñanza que se da en la lectura inicial, que no solo abre las puertas para dar los primeros pasos hacia el mundo del conocimiento académico, sino que permite adentrar al niño en una lección de vida que le garantiza que la figura de una madre está relacionada con el cariño.
“Hay madres en la figura de abuelas, tías, madrinas y maestras… las propias y las que nos presta un amigo muy querido. Todas se merecen respeto, atención y dedicación. Aquellas que luchan solas y se alegran cuando ven que sus hijos se enrumban por buen camino; las que se sienten orgullosas y realizadas al saber que han hecho un buen papel y que todo esfuerzo valió la pena.
Otras quienes eligieron serlo por convicción, ya que la naturaleza no les concedió la dicha de procrearlos en su propio vientre, pero no por eso son menos merecedoras de tan significativo rol”, ejemplifica la terapeuta del Centro Vida y Familia.
Castillo hace una mención especial a las madres incomprendidas por sus hijos y muchas hasta maltratadas y olvidadas por aquellos seres a quienes les dieron la oportunidad de formar nueva vida; o aquellas mujeres que han sido abandonadas por quienes se suponía que iban a estar con ellas desde el proceso de la procreación y que sin embargo prefirieron alejarse para tristemente engrosar la larga lista de hombres que tienen como denominador común una paternidad irresponsable.
Interrogantes
Recalca que muchos quieren festejar un domingo de mayo a ese ser especial, y coincidimos en que a todas ellas hay que rendirles un gran homenaje; por ello la ocasión es propicia para plantearnos varias interrogantes que ameritan nuestra más profunda reflexión: ¿Cómo se resume ese amor espléndido que solo una madre sabe dar? ¿Es suficiente llevarla a un restaurante a comer su plato favorito?
¿Puede un juego de tazas o un artefacto darles el descanso que se merecen? ¿Acaso las mejores rosas pueden suplir tanta ternura? ¿La mejor de las joyas cubriría tanta dedicación y esmero?
¿Basta sentarse a la mesa con ella un domingo de mayo para expresar tanta gratitud? ¿Una llamada de larga distancia es suficiente para celebrar su presencia en nuestras vidas? ¿Cuántos serían los días que necesitamos para todo ello? ¿Acaso la vida entera nos alcanzaría para eso?
Todos los días
“Probablemente las respuestas a muchas de esas preguntas no serían afirmativas o resultarían inciertas; aunque no por eso debemos dejar de celebrar en una fecha en particular. Pero hay algo que debe quedar muy claro, y es que cada día, cada hora, cada minuto y cada lugar es propicio para manifestar nuestro sentir a ese ser único, auténtico, hermoso y especial como lo es una madre” , concluye.