Este año llegó a mi vida en circunstancias similares al anterior; Covid-19 entró a mi hogar sin invitación. Al igual que millones de familias, hemos sido altamente responsables con las medidas sanitarias, aislamiento, y suspensión de reuni ones familiares, de amigos e incluso de trabajo.
Sin embargo. El virus se ha filtrado dejándonos impotentes y vulnerables.
Una vez más observo que sin importar que tan alta se construyan las murallas, igual podemos ser atacados. Una vez el problema está en nuestro sistema cada individuo tiene la responsabilidad y elección de cómo combatirlo.
En ambas ocasiones me he decidido por herramientas resilientes que me han ayudado a estar en calma para tomar las decisiones adecuadas para cuidar de mí y los míos, escuchar mi cuerpo y sus mensajes, tomar el tiempo necesario para aprender de los procesos y descansar lo necesario.
Reconocer que no somos invencibles nos ayuda a ser más fuertes, nos permite desarrollar estrategias para prevenir, pero también nos facilita establecer protocolos para cuidarnos y curar con más rapidez y facilidad.
Toda la vida estamos expuestos a enfermedades físicas y emocionales mientras más temprano aprendemos sobre las debilidades y fortalezas que tenemos, seremos más saludables.
El primer gran ladrillo de nuestra muralla de protección física y mental es la salud preventiva compuesta de alimentación balanceada y suficiente actividad física rutinaria. Saber qué tener a mano en caso de enfermedad y a quién llamar, es el segundo.
Estar alerta y trabajar tus emociones también es fundamental. Cada cerebro es único y distinto de otros; reconoce como trabaja el tuyo, entrenalo para que sea proactivo, reemplaza pensamientos negativos por positivos.