Reflexión penosa

El inmenso Peña Gómez, que por vehemente en lo que más se parecía a su maestro Bosch era por sus gallolocadas espectaculares, sentenció: “sólo el PRD vence al PRD”. Se refería al efecto terrible de las fieras luchas intestinas.
Y tuvo razón. El PLD, creado por Bosch al renegar su PRD, perdió el poder en 2020 más por la salida de Leonel que por su imputada corrupción.
Ahora, el PRM, en la inefable tradición perredista, hierve en ácido sulfúrico vertido por sus dirigentes (pese a avances en desarrollo sostenible, éxitos antinarco, turismo y salud pública).
Por ejemplo: “Faride Raful no descarta que miembros del PRM sean parte de estructura de injurias en su contra”, dice el Listín. Al cercano colaborador del presidente, Leonardo Aguilera, fino augur de preferencias electorales con excelente reputación, llevan días crucificándolo en el Gólgota de redes sociales. Aspirantes a sustituir a otros funcionarios —en Obras Públicas, OPRET, Agricultura, Cancillería— o ganar la candidatura presidencial, avivan las discordias.
Al mismo tiempo, en una admirable campaña mediática para reinventar su imagen quemada en el tráfago intenso de sus actividades, el presidente del INDOTEL luce como una de las estrellas del Gobierno.
El zar fúñéctrico goza de un blindaje en la prensa proporcionalmente inverso al supino fracaso de la gestión de las EDE, insuperablemente apañado por quien lo puso y apoya (y su CONEP). Los sucesivos encargados del caótico tránsito y sus socios —con cuentas judiciales por saldar— se dan el lujo de ser los bufones del reino aunque causan más indignación que risa.
En medio de tanto confuso ruido, al presidente Abinader lo siento más asediado por su propia gente que por empresarios (inconformes por motivos legítimos), satisfechos sindicalistas o contemporizadores de toda laya. Quizás al gabinete le conviene un retiro de reflexión y oración. Y una ducha fría…