Una de las cosas que más nos cuesta es reconocer. Cuando nos toca mirar hacia dentro y reconocer nuestros miedos, debilidades o malos hábitos, tendemos a mirar hacia otro lado.

Cuando miramos hacia fuera y nos toca reconocer las virtudes de otras personas, tendemos a menospreciarlas o, al contrario, si vemos algo negativo en quien amamos lo que hacemos es justificarlo.

Creo que la base está en la sinceridad. Nos enseñan muchas cosas, una de ellas es que la sinceridad a veces hay que apagarla para lograr algún objetivo.

Y creo que es un gran error porque eso al final hace que nunca estemos satisfechos ni hacia dentro, ni hacia fuera. Si somos capaces de sincerarnos, así de esa manera casi brutal a corazón abierto, vendrán muchas cosas. Unas buenas, otras no tanto. Pero al final podremos tomar decisiones que nos lleven a buen puerto.

Y hay que comenzar con uno mismo, que es la parte más difícil, pero mientras no logremos hacer eso vamos a estar boicoteando nuestra propia felicidad, éxito y cualquier otra cosa buena que esté por llegar.

Excusas, verdades disfrazadas, hasta quimeras son lo que llegan cuando no queremos reconocer alguna cosa que no nos gusta.

No sé si es miedo, si es inseguridad o simplemente es una manera de autodefensa. Pero en el instante en que dejamos caer esas barreras y aceptamos aquello que debemos mejorar, les aseguro que todo comienza a ir mejor.

No es un paso fácil porque nos deja vulnerables y eso aún da más miedo, pero definitivamente si no logramos sincerarnos con nuestra realidad, esta siempre va a ser una especie de espejismo llena de parches que en algún momento se despegan y es cuando perdemos absolutamente todo el control.
Reconozcan, sean sinceros, sanen, sigan hacia delante y sean felices.