No se equivocan ni un ápice los que históricamente han comparado la política con la pelota, porque aunque la primera es ciencia y la segunda depende en gran parte de la suerte, cada una presenta similitudes increíbles y bastantes extrañas.
En política, el caso más reciente en nuestro lar, nadie imaginaba que los que hoy están exigiendo análisis y peritajes serían los que, a menos que no se determinen elementos extraños dentro del proceso, quedarían frustrados, decepcionados y arruinados, al fracasar en la obtención de una victoria que parecía clara y contundente.
En la serie de campeonato de la liga Nacional, el equipo de los Nacionales de Washington, desde que inició la temporada, nunca fue favorecido con un mínimo de probabilidad de que llegaría donde está.
Hasta ahora ha romper todos los vaticinios que no le daban ninguna oportunidad de llegar a donde está, pero también ha hecho trizas, por lo menos hasta anoche, de los Cardenales, segundo mayor ganador de series mundiales, y amplio favorito para vencerlos en un máximo de seis partidos.
Sin conocer el resultado de anoche, es muy posible que los Nacionales se inscriban en la historia con una barrida ante San Luis.
Eso pone en evidencia lo que ocurrió aquí en política, donde un escogido a prisa del saco de los delfines, se salió con una victoria, a pesar de que tenía como contrincante a un “matatán” que parecía invencible.
Cosas veredes, que ponen a pensar en el seguro parentesco entre política y pelota, las dos grandes pasiones de la ´casi totalidad de los dominicanos, creyentes fieles de que una cosa va íntimamente ligada a la otra.