¿Realidad o ciencia ficción?

¿Realidad o ciencia ficción?

¿Realidad o ciencia ficción?

Roberto Marcallé Abreu

Cuando uno se acomoda en un lugar público, y discretamente observa el comportamiento de los parroquianos, no es difícil concluir lo mucho que ha cambiado el común de la gente, al igual que nuestra percepción del mundo que nos rodea.

Puede que en la medida que el país se ha ido transformando, a la generalidad de los ciudadanos parece interesarles cada vez menos ese “mundo exterior” desbordado de noticias y eventos de toda naturaleza. Las personas se nos figuran centradas en la propia existencia y sus intereses, en los requerimientos de su cotidianidad siempre al margen de los demás.

Quizás sea muy temprano para derivar conclusiones que puedan parecer aventuradas. Lo cierto es que las experiencias de las últimas décadas, el desarrollo económico, la interrelación cultural y personal a través del turismo, los negocios, la comunicación, los viajes, la profusión de intereses y eventos con los que tropezamos a cada instante, las enfermedades masivas y mortales como la pandemia del covid 19, han provocado un profundo trastorno del mundo que vivimos y, como resulta evidente, de la humanidad misma.

Un tópico que llama la atención es la proliferación de suicidios, crímenes pasionales, accidentes, el singular número de personas que se ve involucrada en eventos trágicos, muertes violentas y conflictos sangrientos.

Leer noticias de la cotidianidad de nuestro país a veces deriva en una sorpresa insospechada. Resulta evidente que enfrentamos un cambio irreversible del mundo que nos ha correspondido vivir. Creo que existe una generalizada preocupación de cuanto ocurre.

Presumo que la generalidad de las personas entiende o sospecha que algo se nos escapa en este contexto trágico. Por ejemplo, se debaten con insistencia las consecuencias que se derivan de haber sido vacunado contra el covid-19 y sus repercusiones.

La sospecha se deriva de datos e informaciones que ya se ventilan de manera pública, pero que hasta hace poco eran casi un “secreto de Estado”. Sólo que se descalifican estos informes señalándolos como “teorías de conspiración”. ¿Lo son en realidad?

En los años que residí en los Estados Unidos, conocí a una joven adventista que insistía en sus conversaciones sobre los peligros que se iban a derivar para el común de las personas de criterios y programas de sectores de enorme influencia orientados a cambiar el destino de la humanidad. Hablo de varias décadas atrás cuando aún no existía la pandemia.

Ya para entonces esa persona, en sus conversaciones, se refería al hecho del advenimiento de “graves enfermedades y epidemias” que repercutirían de manera catastrófica en la existencia humana.

Incluso se refería a una especie de “remedio universal” consignado en otros términos en las Sagradas Escrituras. Años después me encontré nueva vez con esa persona en el país y me confesó que “bajo ninguna circunstancia vacunaría a sus hijas e hijos ni se vacunaría ella misma” contra el covid 19. Su actitud era radical, aunque muy serena también.

El hecho es que preocupan las denuncias sobre el tema y la ausencia de una contrapartida sólida de información. Recuerdo que mi desaparecida hermana, la doctora Zoila Marcallé, utilizaba como referente informativo las publicaciones de la revista “The Economist”.

Incluso optó por grabar y distribuir entre sus amistades y parientes el ceremonial de la inauguración del tren intraeuropeo, las celebridades presentes y un espectáculo supuestamente artístico realmente estremecedor que dio mucho qué pensar.



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