Existe un hecho irrefutable en el fútbol: cuando juegas a medio gas y el partido necesita que cambies de ritmo, cuesta el doble. Y ese es el Real Madrid que vimos contra el Al Ahly.
El partido empezó sin concesiones con la titularidad de Toni Kroos y de Luka Modric que, como ya sabíamos antes del inicio, confirmaban las intenciones de Carlo Ancelotti: confianza cero.
Sin embargo, el Madrid se tomó el partido con un ritmo inicial que, quizá contra rivales como el egipcio puede valer, pero no contra un rival como el del domingo. Porque Al Hilal tiene mejor equipo y mejores individualidades que el Al Ahly. De hecho, el mismo Rodrygo Gods declaró al finalizar el encuentro que sabían que el Flamengo podría pinchar ante el conjunto de Ramón Díaz.
Al Madrid le costó tomarle el pulso al ritmo competitivo que imponía un Al Ahly que está a años luz de la calidad de los merengues. Los egipcios pusieron corazón y, tras el penalti no pitado a Vinicius, llegaron a soñar con poder arañar algo a los blancos. Pero no cuajó.
En el último tramo del partido, y ya superado el susto del penalti con el que se recortaba distancias por parte del rival, el Madrid consiguió por fin esa velocidad de crucero que necesitó en los primeros 60 minutos y goleó. Para la afición el resultado en tan engañoso como esperable, pero la exigencia del conjunto español es la que es.
Los de Ancelotti necesitan el título para ganarse esa tranquilidad que necesitan para recuperar las buenas sensaciones del inicio de la temporada. Pueden llegar antes o después, pero esas sensaciones tienen que llegar. Y más con el complicado calendario que tienen por delante los blancos: la Champions, el derbi madrileño y los tres clásicos contra el Barça.
¿Puede ser el Mundial de Clubes una buena piedra de toque para empezar a respirar? Puede serlo. Pero también puede ser una trampa: si el Madrid gana es lo normal, pero si pierde será un fracaso estrepitoso. Como alguien del vestuario dijo a sus compañeros antes del partido: “confianzas ninguna, que todavía queda un mundo”.
El resto del partido es historia: a Vinicius no se le insultó desde la grada y Sergio Arribas, el canterano, marcó un gol que confirma que los jugadores de La Fábrica pueden tener más oportunidades. Ancelotti tomó nota.