¿Hay qué esperar al fin de la pandemia para reactivar la economía? El gobierno esta semana renovó nuestro optimismo al fortalecer su equipo con el Dr. Amado Báez, el nuevo asesor presidencial para las emergencias sanitarias.
Para el Dr. Báez, cuyas primeras declaraciones se encuentran disponibles en el enlace https://t.co/Ir9I13BcjJ?amp=1, derrotar al coronavirus requiere actuar dentro de un triángulo de tres vértices: contención del contagio, reactivación de la economía y restauración de las libertades parcialmente restringidas durante la inevitable fase de aislamiento social.
Para contener el contagio, transmitió la primicia de que el gobierno pronto estará realizando pruebas masivas para saber a ciencia cierta cuántos son los contagiados, para poder hacer “intervenciones bien dirigidas basadas en la realidad de los números”.
Para satisfacer las necesidades de bienes y servicios que demanda la salud en esta fase de emergencia, propuso un movimiento social integrador de hospitales públicos y clínicas privadas que utilicen los servicios de call centers y aseguradoras de riesgos de salud, comprometidos como están con la cobertura del coronavirus en sus pólizas.
Para alojar a aquellos contagiados que no requieran de cuidados intensivos, se cuenta ya con la oferta realizada esta semana por Asonahores, de utilizar habitaciones disponibles en sus hoteles inactivos, durante el período de cuarentena.
Recordemos además, que de cada dólar exportado desde nuestras zonas francas, 27 centavos se generan en 32 fábricas de productos médicos.
Con US$1,659 millones vendidos en el 2019, sólo el oro es más importante para nuestra balanza de bienes.
Así, el coronavirus podría catalizar la integración pendiente entre dos mundos que coexisten desde hace décadas, las zonas francas y la industria nacional, asegurando el suministro a partir de fuentes localizadas en nuestro territorio de la práctica totalidad de insumos requeridos por nuestras clínicas y hospitales.
Sin depender de donaciones o de suministros comerciales sujetos a casuísticas políticas o retrasos de logística.
Recordemos también la capacidad de nuestras empresas farmacéuticas para fabricar en breve plazo genéricos como la hydroxycloroquina u otras medicinas que sean autorizadas bajo el esquema de licencias obligatorias, conforme lo permiten los acuerdos de la Organización Mundial del Comercio.
Apoyar al sector salud de la forma multisectorial esbozada permitirá reactivar la economía, respondiendo al mismo tiempo a la urgencia de contener el coronavirus, acelerando la vuelta a la normalidad de los demás sectores, así como la restauración plena de nuestras libertades. Y al hacerlo, pasaríamos a formar parte del corto listado de países con la gobernabilidad confiable requerida para salir airosos de esta prueba tan difícil.
El sector salud podría muy bien convertirse en un nuevo sector propulsivo de nuestra economía. Uno en el que ni robots ni algoritmos de inteligencia artificial eliminen el factor humano totalmente.
Uno que no sucumba ante las presiones del reshoring, al depender crecientemente de las necesidades de nuestra dinámica interna. Uno que fortalezca nuestra resiliencia ante las inevitables emergencias sanitarias que tarde o temprano volveremos a confrontar. ¿O es que ya cerraron los mercados de animales salvajes en Wuhan?