¿Qué pudo haber dicho Danilo Medina el martes que los habituales sospechosos no hubieran encontrado mal? La política nuestra está tan aburrida, en términos de ideas, que ninguna de las reacciones al discurso del 27 de febrero por parte de líderes opositores o críticos mediáticos ha sido impactante ni memorable.
Pero tampoco fue lo que pudo haber sido la rendición de cuentas, que con una duración de más de dos horas abrumó ella misma la relevancia de sus mejores partes.
Por ejemplo, fue excelente lo de la frontera, aunque del dicho al hecho hay enorme trecho. La invasión haitiana, junto con la quisquilla popular contra la corrupción e impunidad, son posiblemente los asuntos que más preocupan a la opinión pública.
El pueblo, que es otra cosa, siente lo que tiene más cerca, que no son los pitises ni Odebrecht, sino la delincuencia (que es más que asesinatos); la canana de maestros negados a enseñar; médicos y enfermeras reacios a sanar; transportistas empeñados en maltratar y exprimir a sus clientes.