Muchos aspectos de la vida nacional, en República Dominicana, exhiben importantes cambios, a favor de una mejor sociedad. Quien desee negarlo, tiene pleno derecho a hacerlo, pero no razón.
Hemos cambiado, en relación a la sociedad, fundamentalmente, rural que habíamos sido hasta principios de los años 80.
La libertad social, política y moral del país, ganada a sangre y fuego, y el derrocamiento de la dictadura, cercenada el 30 de mayo del 1961, es la presea más importante obtenida por el pueblo dominicano, en el siglo pasado.
¡Loor a los Héroes de la Libertad y a quienes, junto a ellos, antes, durante y después, no desmayaron en la lucha contra la opresión y por la dignidad del pueblo dominicano!
Ha llegado el tiempo de preguntarnos ¿cómo honrar tanto sacrificio, tanta entrega, tanta valentía, tanto compromiso?…
Yo me permitiré citar solo algunos de los entuertos sociales que deberíamos trabajar, para contribuir con el merecido reconocimiento que ameritan los inmarcesibles hombres y mujeres, de todos los tiempos, que han construido una patria grande y libre.
Salud, educación, alimentación, servicios básicos (agua, luz) comunicación (funciona desde el sector privado), vivienda, protección al medio ambiente y recursos naturales, transparencia, seguridad social, empleo, seguridad ciudadana y justicia, entre otros.
Si vemos este mapa social, notaremos que sus elementos coinciden con la mayoría de los 17 objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) delineados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para alcanzar la reducción de los índices de pobreza prevaleciente e impulsar el desarrollo socio-económico de las naciones de la región.
Es un círculo vicioso: décadas tras décadas, son los mismos problemas sociales y económicos; algunos medianamente reducidos; y otros, evidentemente, extendidos, sin que aparentemente surja una luz en el túnel de las incertidumbres y la desesperanza.
Por el contrario, estos temas, de responsabilidad político, social y económica y de competencia público-privada, se hacen cada vez menos manejables.
La pérdida de valores, la descomposición de la familia, la falta de solidaridad, respeto, empatía, consideración, admiración y valoración de la gente hacia la gente; la violencia, la agresión, el tráfico de drogas, constituyen un gran tazón de aderezo en la prolongación y aumento de los principales males que arrastra la sociedad.
Vayamos a la escuela y veamos las escalofriantes estadísticas, muy pocas veces, tendrán la verdadera dimensión de la realidad:
El propio Ministerio de Educación presentó en mayo pasado un informe que establece que durante los últimos ocho meses se registraron más de 20,000 conflictos violentos entre estudiantes.
Ese documento, elaborado por la Dirección de Orientación y Psicología de esa cartera, indica, además, que también hubo 1,724 enfrentamientos entre alumnos y docentes desde septiembre de 2022 hasta el pasado mes de abril del corriente año 2023.
Hay que precisar que estos datos solo abarcan las escuelas públicas y que, por supuesto, no registran acciones de agresión, acoso y violaciones sexuales (que también se producen), ni tampoco, recoge los comportamientos de estudiantes y profesores en colegios e institutos privados del país.
Y, ni hablar de las familias, ni de los hogares ni de los clubes, deportivos y culturales, ni de otros lugares, que, como las iglesias, constituían refugios de orientación, de amor, de comprensión, de crecimiento, de enseñanzas y aprendizajes.
Todo está permeado por la violencia, la agresión, el irrespeto, las armas, la droga, la inmoralidad, la desfachatez y la desvergüenza. Si el enfoque fuera eminentemente religioso, no cabría dudas de que tendríamos que decir: “¡Satanás está suelto!”, pero ese no es el análisis.
El que hacemos ahora y siempre haremos es de carácter social, político, jurídico, económico, institucional y moral. Nada que la mano y la decisión humanas no puedan controlar.
Nadie duda de la buena voluntad, la sinceridad y la disposición del presidente de la República, Luis Abinader Corona, cuando, en más de una ocasión, ha propuesto a la sociedad que cambiemos “el círculo vicioso, por un “círculo virtuoso”.
Falta que todos pensemos en qué hacer y cómo hacerlo para reducir las desgracias y dar el salto de círculo, porque el cuándo llegó hace tiempo.
¡Prohibido declararse incompetente para enfrentar esos males!
Patricia Arache
@patriciarache