(Palabras del escritor dominicano Vladimir Tatis, residente en España, al recibir premio de cuentos FUNGLODE)
Si mi abuelo Tello iba a estar en alguna parte hoy, les aseguro que está aquí adentro. Debe estar feliz en cualquier esquina de estas, bebiendo de su mamajuana, enamorando alguna mujer o montado en Candelo. Muchas gracias mi viejo. Gracias por esa manía de contar.
Decidí viajar a recibir el premio para que no vayan a entregárselo a otro.
Mentira, es una broma. Aunque quien bromea, muchas veces, lo hace para decir una verdad incómoda. Casi siempre los que vivimos tan lejos, tenemos la sensación de que no existimos, que estamos castigado al destierro. Que nuestros ruidos son más invisibles que el silencio. Pero estoy aquí para agradecer, no para hablar de eso. Aunque es bueno aprovechar para decir que el Estado Dominicano debería apoyar más a los hacedores de arte y cultural que viven fuera del país usando los mecanismos y recursos que tiene. Es una inversión, para de una forma u otra hacer lo que no se hace. Mostrarle al mundo que además de playa, ron, bachata y sonrisa, somos Virgilio Díaz Grullón, somos Luis Días, Juan Bosch, somos Ramón Oviedo, Michel Camilo, Domingo Batista, somos León David, Marcio Veloz Maggiolo … pero vuelvo y digo, no es el momento de reclamar, es el momento de agradecer.
Trataré usar lo menos posible la primera persona. Hablar en nombre de los premiados es un compromiso que excede mis méritos. Representar a Keiselim A. Montás, a Javier Valdivia Olachee, a Ana Paula Reyes, a César Augusto Zapata, a Omar Messón, Fernando Alberto Berroa y otros tantos talentos reconocidos en este evento es un compromiso. Un compromiso difícil de salir airoso. Hablar en nombre de ustedes es tan tentador como intentar escribir una historia con los personajes de diferentes novelas y autores. Intentaré estar a su altura.
Sé que mis compañeros querrán agradecer a los miembros del jurado por haber fallado a nuestro favor en sus veredictos. Yo también. Su elección significa un impulso para seguir aprendiendo. Es un estímulo, más, para seguir formándonos como contadores de historia, seguir leyendo, seguir escribiendo. Gracias, gracias por tomarnos en cuenta.
Las carreras literarias no se logran por un premio. Los premios no nos garantizan calidad literaria. Muchas veces pueden hincharnos de vanidad, visibilidad, prestigio, y pretensiones. Pero la literatura y las demás artes es más que todo eso.
Muchos de los que estamos aquí sabemos que crear tiene que ver con las vacilaciones, con las incertidumbres, con los atascamientos, con los desencuentros, con los malentendidos. Crear tiene que ver con días enteros enchufado a una idea. Tiene que ver con la mucha lectura, con el mucho trabajo. Tiene que ver con hablar con los amigos, escuchar música, ir a la Zurza en Santo Domingo o a Carabanchel en Madrid, a los mercados, a las iglesias…, ver el sol ponerse o levantarse, ver películas. Volver a la lectura, trasnochados, ebrios de esas calles, de esos mundos, de esos fantasmas, de esos sonámbulos, de esos niños, de esos viejos. Ver a la gente. Escucharla, observarla, oírla, odiarla, rechazarla, volver a quererla, amarla.
Leer, solos o acompañados. Sueños, despiertos o dormidos. Gritos sin alientos. Debatir, para aprender y para enseñar. Abrir la mente, también el corazón, ir a los bares, a los prostíbulos, a los de la zona y a los de los barrios de esos que se tiene miedo entrar o salir. Jugar con los niños, hablar con ellos.
Crear tiene que ver otra vez con enamorarse, desenamorarse, sufrir, gozar, beber. Que te rechacen, que no lean tus historias, que no las entiendan. Volver a escribirlas. Olor a calle, a sudor, a canela. Calles sin asfaltos. Desengaños, engaños. Más sí, más no, menos sí y también menos no. Subir, bajar. Más sudor. Más ir a Gazcue o Carpetana, más ir a la zona Colonial y a Legazpi. Más ver el mar desde las ventanas, más recoger almendras. Películas, poesías, dibujos, hablar, debatir, conversar, discutir. Es música. Planear con los amigos, más sudor. Repetir y repetir, tachar, volver hacer.
También es más abrazos, más apretones de manos, más revisiones, más correcciones, más humildad, más soberbia. Volver a leer y volver a leer, y volver a salir a las calles, más sudor, más frío, más sueños, más luna, más trabajo y más gozarse eso de crear vida en una página en blanco. Sea para guiones, para novelas, para cuentos, ensayos o poesías. Disfrutar, disfrutar y sentirse afortunado de poder hacerlo.
El arte no nos hace mejor o peor que nadie, te hace diferente y es en esa diversidad donde crecen los personajes que transitan nuestras historias. Es ahí donde está el gozo.
Un premio no nos hace más artistas. Ser escritor es un oficio que solo se logra leyendo y escribiendo. Sí, es verdad, muchos lo dicen, un premio nos abre puertas y ventanas. Nos dan la posibilidad de liberar libros ocultos, de colocarlos finalmente en estantes visibles, pero no nos hace escritor. Estoy seguro que no escribiré mejor después de haber ganado este premio, pero sí puedo asegurar que me alimentaré de la emoción de este recuerdo para continuar mi camino, para poner en marcha el ser de este oficio: escribir para que nos lean. No sé si en esta etapa de mi formación mis obras merezcan un premio, pero prometo seguir trabajando para merecerlo.
Lo siento, estoy hablando en primera persona, otra vez, pero es que estoy feliz. Miro atrás y pienso en aquellos momentos que entre frío, polvo y escombros terminé de escribir CON LA MISMA MONEDA. Esa felicidad de cuando robaba tiempo trabajando en la construcción para escribir escondido entre esquinas, rincones y ladrillos; evitando ser descubierto por el capataz de turno, tomando apuntes de las ideas que entre carretillas y carretillas me llegaban. Esa felicidad de escuchar de mis compañeros de taller de escritura, a los profesores (Marisa Mañana y Jorge Olivera, Ronaldo Meléndez, Ángeles Lorenzo, entre otros), sus opiniones, sugerencias, halagos y críticas. Sus aportes me han hecho crecer como escribidor y a los textos como relatos. Y no hay nada más agradable que agradecerlo. Son ustedes también parte de esto.
En esta felicidad quiero aprovechar para implorar algo. Sobre todo a ustedes: humanistas, seres humanos sensibles, progresistas, creadores. No sé si es el lugar y el momento, pero como no sé si tendré otra ocasión de agradecer otro premio y hablar en público ante ustedes, no hay mejor momento que el presente y aprovecho.
Yo también escuché reproches por venir de un país más pobre. A mí también me acusaron de dañar la seguridad del país, de abaratar el mercado laboral. A mí y a mis hijos también nos acusaron de colapsar el sistema educativo y sanitario. A mí también me acusaron de venir a usar sus hospitales para parir. Me gritaron: ¡Negro de mierda vuelve a tu tierra! Muchos de mis textos están llenos de esas experiencias. A mí también me echaron en cara querer invadir la tierra con mis pobrezas. Y señores, no es nada bueno. No es agradable pelearse con otro pobre por las migajas de la pobreza. Incluso en este momento, aun teniendo nacionalidad española, pagando mis impuestos y estando totalmente integrado en la sociedad, habiendo aprovechado la oportunidad que muchos me aportaron, habiendo aprovechado las puertas que se me abrieron, aun hoy me siguen tratando como un negro ilegal, pobre, sin papel.
Jesús fue un inmigrante, Duarte, Juan Bosch… la historia y desarrollo de la humanidad va de mano de las migraciones y creo que como creadores debemos ser sensibles al hecho de que un ser humano se vea obligado a abandonar el lugar donde nació para poder comer mejor. Vengo de una familia de inmigrantes. Mi abuela, mi madre, mi padre, mis hermanos, mis hijos, muchos amigos. Y esa relación con la migración me da ánimo para rogar en este momento, aunque este sea el momento de agradecer, no de rogar, que seamos más humanos. Que si somos cristianos, pensemos en no hacer al otro lo que no nos gusta que nos hagan a nosotros. Que seamos humanos de los que hacen vidas y construyen buenas historias.
Creo en el ser humano más que en las banderas. Creo en los abrazos más que en los himnos, creo en las sonrisas más que en las fronteras. No soy quién para pedir nada ni para dar lecciones, pero me duele cuando allá nos acusaron de ruidosos, de brutos, de sucios, de oler mal, de no respetar las normas, ni las religiones y creencias, a pesar de adorar al mismo Dios, aunque de formas diferentes. En estos momentos recuerdo a Lucrecia Pérez. Asesinada en Madrid por unos tontos más nacionalistas de la cuenta.
Nos enfrentamos, en vez de unificar criterios, en vez de exigir medidas concretas para evitar el tráfico humano, para que no nos veamos obligado a abandonar nuestro país para poder comer, los de aquí y los de allá. Somos artistas y no quiero estar en otro bando que no sea el del ser humano. Nos toca el turno de rehacer el mundo o al menos que no se nos deshaga y el mundo no se construye repitiendo lo negativo del pasado. Quién me diga que no podemos cambiar el mundo desde las artes, se equivoca, mire a su alrededor…
Pero aquí hemos venido hablar de literatura, fotografía, ensayos,… hemos venido a celebrar que Funglode premia y reconoce nuestras obras y nuestros trabajos, aquí estamos para agradecerle a Funglode y a los miembros del jurado que hayan decidido destinar parte de sus recursos para premiar creadores noveles. Que nos apoyen sin pedir filiación ni carnet de partido, sin exigir ningún compromiso ideológico. Valorando la obra, incluso antes que al autor.
En un momento temí que aceptar este premio me comprometiera políticamente, algunos de ustedes lo saben. Pero recibir un premio de escritura que lleve el nombre de Juan Bosch es una dicha, es un bautizo literario para asumir con ilusión, con respeto, compromiso y gratitud. Recibir este premio me compromete con mi pasado y con mi futuro, con mi libertad. Nunca he pertenecido a partido político, es más, mucho de ustedes saben que planteo que es necesario una reforma total del sistema partidista, que no podemos continuar con un sistema cerrado y arcaico, donde impera más el amiguismo que el talento, donde lo que prima son los privilegios personales… Muchos de mis amigos me han escuchado decir que no tengo mucha fe en los políticos. Y aunque en nuestro país todo es político partidista, me siento libre de recibir este premio. Libre y agradecido. Son horas de estudios, de soledades, de ausencias, de inversión humana, económica, emocional. Son horas de silencios, que de alguna manera se merecen un respiro. Debo decirles a mis hijos, a mis hermanas, a mi compañera, a mis tíos, mis amigos que con esfuerzo se puede, que aunque no tenga ni en que caerte muerto, si sueña con algo y te faja, vale la pena. Que se puede apostar por algo que no da dinero y sentir esta felicidad que ahora siento.
Debo devolver y agradecer el sacrifico con un espaldarazo público que por mi han hecho. Decirle que escribir es un oficio solitario, es un oficio incluso ingrato. Son muchas horas de ir y venir, disfrutando de esos fantasmas que te obligan a escribir.
Debo decirle, recibiendo este premio, que la perseverancia se premia, que los esfuerzos valen la pena, que el talento no sirve sin trabajo, que el éxito fácil es pasajero. Que tranquilo, que mi libertad no tiene precio, quiero vivir, tal como soy, tal como ustedes me han hecho. Y con este espíritu recibo este premio. Confesando que no dejo de pensar en muchos creadores que están reducidos al silencio y a la oscuridad.
Para eso son estos premios. Para iluminar esos talentos. No quiero renunciar a la luz, a la vida libre, a las oscuridades que me han formado como ser humano. Quiero estar al lado de esos seres oscuros y silenciosos que no tienen letras, que no aceptan la vida que le ha tocado vivir o morir.
Se han dado cuenta que no he podido dejar de hablar en primera persona. El egocentrismo, no tiene remedio… lo siento. Me encantaría terminar pidiéndole disculpa por adueñarme de este momento. Pero quiero con humildad, admiración y respeto agradecerles la paciencia de escucharme. Y quisiera, también solicitarles que no dejemos de crear, porque creo que creando cambiamos mundos.