Raymundo Manuel González de Peña es uno de los historiadores profesionales de mayor valía en la República Dominicana.
Su bibliografía es extensa: Bonó, un intelectual de los pobres (1994); República Dominicana: la cuestión educativa al final de los noventa (1998); Ideología y mundo rural: civilización y barbarie revistados (1996); Política, identidad y pensamiento social en la República Dominicana (1999) en colaboración con Michiel Baud, Pedro San Miguel y Roberto Cassá; La leva de 1782 (1999); Copia de 1787 del expediente sobre inventario, tasación y almoneda de los bienes materiales que fueron de la Compañía de Jesús en Santo Domingo, año 1768. Nota preliminar (2000), Hostos y la conciencia moderna en República Dominicana (2003); Fray Vicente Rubio Sánchez, O.P., historiador y maestro (2003); El comegente, una rebelión campesina al final de período colonial (2004); Noticia bibliográfica de Emilio Cordero Michel (2004); Bonó ¿baecista y anexionista? Una rectificación (2006); La impronta de Hostos en la escuela dominicana. Notas para una evaluación histórica (2007); y Documentos para la historia de la educación moderna en la República Dominicana, 1879-1894, Tomos I y II (2007). Esta es una parte de su producción, tal como aparece en la página de la Academia Dominicana de la Historia.
Con semejante aporte a la historia dominicana no necesita de mi defensa, ni la de nadie, su obra habla por él. En términos personales es un hombre pacífico, tímido, de hablar pausado, cuya conversación siempre es un manantial de sabiduría y conocimientos precisos sobre nuestro pasado.
Los energúmenos que violentamente protestaron frente a la MINERD por la inclusión de temas relativos a Haití en los libros de textos que se están produciendo, son anónimos, se ocultan, surgen y vuelven a la sombra, porque no tienen nada más que mostrar que su ira descabellada, su xenofobia y racismo.
Detrás de ellos están quienes agitan una agenda chovinista en la política dominicana, heredera del trujillismo, protectora de corruptos y esclavizadores de mano de obra haitiana por décadas. Reunirlos por nombres y apellidos, los paleros que fueron a la MINERD y sus promotores en la sombra, nos permitiría producir un bestiario de la sociedad dominicana, lo peor, lo más nocivo.
Las redes sociales les ha permitido a esos maleantes amenazar de muerte o llamar traidor a un hombre que ha aportado tanto a la sociedad dominicana.
Las autoridades dan el silencio por respuesta ante esas amenazas contra Raymundo, porque muchos del actual gobierno aborrecen a Bosch por su carta del 1943 y sus brillantes textos acerca del gran aporte de la Revolución Haitiana a la emancipación de América Latina y la subsecuente abolición de la esclavitud.
No soy nacionalistas, son racistas. No toleran la rica composición racial del pueblo dominicano y la necesaria relación fraterna con el pueblo haitiano, al igual que se lo debemos a los cubanos y puertorriqueños. El odio contra personas que tienen una tez de un color diferente, como el odio contra las mujeres y los pobres, son expresiones patológicas de minorías en nuestra sociedad que se resisten a la equidad y la justicia social.
No toleran la verdadera democracia, usualmente son amigos, familiares y aliados de corruptos muy notorios. Y no me refiero a los infelices que armaron el desorden en la vía pública, sino a sus promotores y mentores, a quienes los usan como tropa de choque, tal como hacía la dictadura trujillista en su momento contra los obispos Panal y O´Reilly.
Si como sociedad no somos capaces de perseguir y penalizar a quienes amenazan de muerte a un historiador que trabaja para el sistema público de enseñanza, con calidad y honestidad, si no condenamos judicialmente las expresiones de odio racial, estamos promoviendo esos antivalores entre los jóvenes que van creciendo.
Preocupa que ciertos medios de comunicación y comunicadores se han hecho aliados de estos propagadores del racismo y la xenofobia, usualmente los llamados bocinas y los más reaccionarios.
Por eso levanto mi voz destacando el valor profesional de Raymundo González y advirtiendo nueva vez el riesgo que corremos como sociedad de permitir esas agresiones sin consecuencias penales.