Santo Domingo.–“No todos los choferes de carros públicos somos delincuentes”, dice don Ramón Henríquez, de 68 años, quien lleva más de la mitad de su vida dedicándose a ese oficio.
El hombre, de ojos azules y piel morena, refleja el cansancio de llevar encima 40 años de su vida “conchando” en diferentes rutas, exponiéndose al agua, sol y sereno, todo para echar “pa’ lante” a su familia.
Inició en el oficio cuando apenas tenía 28 años de edad. Primero lavó carros en un lavadero, pero luego se dio cuenta de que “conchando” podría tener más libertad económica.
Don Ramón, quien trabaja en la ruta “30 de Marzo Gómez”, ha visto cómo ha cambiado el negocio del concho a través de los años. Antes se ganaba tres pesos y con eso resolvía todas sus responsabilidades, incluso, a veces, le sobraba algo para “darse un gusto”.
Demasiado gastos
Actualmente, gana un estimado de 1,500 cada vez que le toca trabajar, pues es un día sí y otro no.
De esos tiene que pagar 500 por el alquiler de su viejo carro, 100 pesos al sindicato y 400 de gas, eso, cada vez que trabaja. “A veces me quedo con 400 o 500 pesos que se me van en la comida”, dice el hombre.
Su situación se complica, pues todos los meses tiene que pagar entre 2,000 y 2,500 a un prestamista, ya que lo que gana no le da ni siquiera para pagar la luz que consume en su casa.
Don Ramón recuerda que en sus primeros años no existía esa violencia que hoy impera en gran parte de los choferes de carros públicos.
Él asegura que le duele cuando ve que decenas de personas son afectadas por paros repentinos que realizan sindicatos.
Es más, el hombre afirma que su seriedad es tan extrema que si en su vehículo se queda algún objeto, y él lo encuentra lo devuelve, “porque yo no acostumbro a quedarme con lo ajeno”.
Su jornada laboral no es fácil. Se levanta a las cinco de la mañana, inicia su trabajo a las seis y termina a las 10 de la noche.