Recientemente falleció el general retirado Ramiro Matos González, concitando opiniones divididas. Unos lamentando su muerte, y otros lamentando que “muriera en su cama”.
A veces tenemos la mala costumbre de ver como “héroe” a cualquier persona famosa, sin detenernos a pensar la razón de su fama.
Ramiro Matos fue alguien muy destacado, pero no por ninguna acción noble o heroica, pues una sola no se le podría contar en su dilatada vida. Su fama se debió a su falta de escrúpulos y su vocación criminal, servil al poder.
En 1959 estuvo involucrado en el asesinato, ya hechos prisioneros, de muchos de los héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo; en 1963 dirigió el asesinato de Manolo Tavárez Justo y de un gran número de sus compañeros luego de que estos se entregaran; en 1965 estuvo del lado de las tropas genocidas y antidemocráticas; en 1973 estuvo vinculado al asesinato de Caamaño Deñó y sus compañeros.
Durante los 12 Años de Balaguer jugó un rol protagónico en la maquinaria represiva y criminal de ese régimen de terror. En 1984 dirigió la masacre de la población civil.
Ramiro Matos tuvo gran puntería para ponerse siempre del lado más nefasto en cada acontecimiento de la historia que le tocó vivir.
Pero no debemos guardarle rencor, pues al final fue tan solo un instrumento de viles intereses. El análisis debe ser más profundo.
Debemos reflexionar sobre cómo una persona como él nunca fue procesada por crímenes de lesa humanidad, muy por el contrario. Tratemos de entender qué tan vivos y vigentes están los intereses que hicieron de él un instrumento del mal.
Ramiro Matos murió con las manos llenas de sangre, pero peores son aquellos que, sin ensuciarse las manos, son aún más criminales.