Lo que para muchos latinoamericanos es un lambiscón o lamezuelas, para los dominicanos es un lambón o lambonazo dependiendo el nivel de entusiasmo con que ejerza su oficio.
El diccionario fraseológico del español dominicano nos ofrece esta definición: “una persona que descaradamente busca algún tipo de beneficio sin ofrecer nada a cambio. Usualmente los lambones enaltecen públicamente a las personas de quienes se buscan beneficiar”.
Este personaje es fácil de identificar, su forma de dirigirse hacia los que tienen «rangos» de inmediato lo delata. En su léxico siempre agrega algún aumentativo a los títulos y cargos, por lo que es común que en sus conversaciones el ministro pase a ser un mega ministro, el alcalde; un súper alcalde, el licenciado; el real licenciado, el doctor un doctorazo y todo lo que se le ocurra en el momento que está frente a una de esas personalidades.
El lambón es lo más ingenioso que se pueda imaginar, si no logra identificar la profesión del sujeto al que se le va a «tirar», cual si fuese rector; a seguidas le otorga un título.
¿El lambón nace o se hace?
Es una pregunta que ha puesto a trabajar las neuronas de muchos estudiosos de la sociología popular. Algunos se han hecho lambones en la práctica, en el día a día, pero otros parece que nacieron con lambonería congénita, es así como muchos niños exhiben esta condición desde el kinder.
Este popular personaje siempre ha existido pero su nombre ha variado de una época a la otra; pasó de ser limpia c… en la Edad Media, luego lamezuela, lambiscón y más recientemente el utility de la empresa. Los jefes con baja autoestima siempre tienen uno al lado, que en la mayoría de los casos es el que «chivatea» a sus compañeros o el que le piropea todo lo que se pone; no importa si la corbata no le queda bien, el lambón le dirá que con esa pieza y la chaqueta se parece a Tom Cruise o algún galancito de Hollywood.
En la idiosincrasia dominicana este pintoresco personaje siempre ha tenido vigencia pero durante la zafra electoral se multiplica, aparece en masas. A muchos políticos le faltan votos, pero le sobran lambones.
La pericia con que ejercen este oficio ha llevado a más de uno hasta ser nombrado ministro… son pésimos funcionarios pero no paran de adular al presidente.
El presente siglo ha puesto en jaque a muchas carreras universitarias, algunos oficios están en peligro de extinción. Sin embargo, hay quienes aseguran que la misión del lambón nunca termina.