La derrota de Bosch en el 1990, donde no aceptó el apoyo de Peña Gómez ni el de Jacobo Majluta, condujo al liderazgo de ese partido, una vez la ausencia mental del líder se hizo manifiesta, a procurar alianzas con líderes y partidos que, sin comulgar con sus ideas políticas, les brindaran los votos necesarios para ganar elecciones. Pactaron con Balaguer en el 1996 y ganaron. Por la crisis económica del 2003 accedieron de nuevo al Gobierno sin gran dificultad, ya que recibieron el apoyo desinteresado de la mayoría que quería deshacerse de Hipólito Mejía, y jugó además a su favor un Partido Reformista en desbandado por la muerte de su caudillo en el 2002. Una vez las aguas volvieron a su nivel el PLD comenzó a sumar, a su izquierda y su derecha, apoyos que le brindaran mayorías aplastantes en las elecciones presidenciales, congresuales y municipales, hasta el presente.
Pero los aliados aportaron votos y mañas. El Pacto Patriótico derechizó al PLD y a partir del 2006 esa tendencia se incrementó. El boschismo quedó en tinta y el balaguerismo en la ejecutorias de gobierno. Partidos minúsculos de extrema derecha que no juntaban votos suficientes para sacar un regidor incidieron desproporcionadamente en el discurso de muchos líderes del partido morado. Y aunque el PLD cambió de presidente en el 2012 esa tendencia se mantuvo. Cuando Danilo Medina sustituyó a gran parte de ellos porque renunciaron, los antiguos aliados, que alababan al gobierno cuando estaban en posiciones oficiales, de súbito “descubrieron” todos sus defectos y fueron en minúscula manada a las elecciones del 2016 con discursos xenófobos, religiosos integristas y racistas. Su votación fue tan ridículamente pequeña que nos dio grandes esperanzas a muchos en el sentido común de los dominicanos y dominicanas.
Pero la guerrita continuó y actualmente se juega al discurso nazionalista y racista en dos niveles, por un lado en el seno del mismo PLD, como mecanismo de diferenciación entre candidaturas, y en los medios de comunicación como ariete para desprestigiar a la actual gestión, que suficientes baldones tiene con el tema corrupción, para buscar que los llamen de nuevo a ocupar posiciones públicas. La derecha y la ultraderecha no le luce atacar la corrupción, como lo hace la marcha verde, porque su prontuario en ese tema es inmenso. Por tanto apela al racismo, que es típico de las posturas reaccionarias en América Latina, Estados Unidos y Europa.
La derecha reaccionaria, aparte del racismo, impulsa agendas xenófobas y misogínicas, además de despreciar a los más pobres de la sociedad. La estulticia de varios comunicadores, líderes religiosos e intelectuales conservadores les hacen el juego sin medir el grado de violencia que están gestando en nuestra sociedad, con el único fin de que algunos de esa pandilla logren llegar al gobierno.
Como dije en la pasada Bitácora ese modelo de quehacer político es heredero directo del trujillismo criminal y por tanto no es de extrañar que el descerebrado nieto del sátrapa fantasea con una oportunidad de que un Trujillo vuelva al Palacio Nacional. Como no peleo con fantasmas no tengo nada que decir de esa tontería. Me preocupa más quienes desde la sombra siembran el antihaitianismo y buscan oportunidades para un baño de sangre ejecutado por los tontos que le siguen. La ausencia de un verdadero plan para el desarrollo del país y específicamente para que la mayor cantidad de pobres pasen a ser clase media, los conduce a aferrarse a ideas descabelladas como el muro fronterizo o un imaginario plan de fusión orquestado por ciertos países.
El PRM y el PLD han pasado a ocupar el espacio de la centro-derecha en nuestro universo político. Su composición social es la pequeña burguesía a nivel de dirigentes y bajo pequeño burgués en sus bases. Ambos, sin ideología definida, buscan llegar al poder y mantenerse en el mismo. No hay articulada una fuerza hacia la izquierda. Los verdes, como ya señalé en su momento se disuelven, mientras la extrema derecha labra en la sombra alentando el racismo que tan bien le cae a muchos pequeños burgueses urbanos alejados de la frontera.