Quizá no, pero quizá sí

Quizá no, pero quizá sí

Quizá no, pero quizá sí

Podría ser que coexistamos en otra dimensión simultáneamente. Nadie puede rebatirlo. Puesto que pensamos, creemos que existimos, pero no sabemos si todos los demás tienen la misma convicción.

Aún así, habría que ver si se trata de un juicio de validez cósmica. De lo contrario, estaríamos frente a la paradoja de la certeza relativa. Pudiéramos intuir que somos la única entidad real. Nadie tiene la verdad. Todo cuanto nos rodea sería el artificio de una tecnología holográfica manipulada desde el otro plano donde realmente nos encontramos.

No conservamos la más leve señal de haber elegido tal o cual galaxia, tal o cual planeta, para nacer. Nuestra memoria no guarda vestigio preferencial alguno por esta particular aldea sideral de la Vía Láctea donde sospechamos estar.

No recuerda haber consentido trasladarse a esta región confinada por los trópicos, donde nuestras pupilas suponen haber percibido por vez primera el reflejo luminoso de los astros. Sus surcos no registran la más vaga pista de nuestra inclinación volitiva por determinado reino, orden o género, para vivir. Entretanto discurra el programa de una vida en paralelo, sus remembranzas preexistentes parecen estar temporalmente bloqueadas.

Ante el difuso telón de nuestros más recónditos pensamientos no desfilan imágenes alusivas a nuestra eventual elección de progenitores o parentela. Desconocemos si hubimos de albergar predilecciones prenatales que intervinieran en el condicionamiento de nuestro carácter, fisonomía y perfil conductual.

No sabemos si acaso influyeron en la naturaleza de nuestras circunstancias individuales, a cuyas consecuencias últimas llamamos destino.

Desearíamos descubrir dónde despertará nuestra conciencia cuando nuestro tiempo haya vencido. Ojalá supiéramos inequívocamente que por lo menos habrá de reinstalarse en el mismo hábitat confortable al que había estado siempre unida la felicidad de su existencia eterna. Quizá desde aquel entorno cierto, reingresaríamos tantas veces quisiéramos a esta realidad virtual.

Ora como monarcas, ora como vasallos, penetraríamos en las zonas angustiosas de muchedumbres que sufren como reales sus ancestrales padecimientos imaginarios. La tentación de transmitirles las bienaventuranzas que conocemos, nos azuzaría para mitigarles el doloroso cuadro que les dibuja el desconcierto.

Un creativo portentoso debió diseñar las facultades intuitivas y sensoriales por las cuales nuestra razón establece de manera clara y distintiva la esencia genuina de todo cuanto para ella conjeturan o transmiten.

Dio en la diana con la prodigiosa aplicación que activa nuestros instintos y fecunda nuestras áreas cognitivas. No imaginamos cuáles criterios juzgó pertinentes al momento de programar en nuestro particular sistema, los niveles autonómicos del libre albedrío, la determinación y la fuerza de voluntad.

Nos maravilla la perfección del protocolo operativo que rige en estas coordenadas paralelas. Sobre todo, porque nos hace sentir a imagen y semejanza de nuestros congéneres que circunstancialmente entran en escena.

Interactuamos, desarrollamos vínculos afectivos, procreamos y formamos parte de un determinado entramado social.

Fuimos dotados de sentimientos antípodas que nos concitan risa y llanto, gozo y sufrimiento, amor y odio, alternativamente. Nuestros ojos se anegan y nuestras almas se afligen cuando un ser querido parte de estas latitudes. Podría deberse a que la aflicción dimanante de la incertidumbre en torno a su destino, parte de nuestra ficticia naturaleza mientras permanecemos en esta comarca irreal de la que se ha escapado.

Quizá no, pero quizá sí haya una fuente inagotable de sabiduría trascendente que nos concede la privilegiada facultad de razonar, comprender y tolerar.

Quizá no, pero quizá sí, haya unas leyes cósmicas inmutables que posibilitaron la vida primigenia, su reproducción y la transmisión hereditaria de nuestro mapa genético. Quizá no, pero quizá sí, haya un poder inmanente en la materia inerte en la que se hospeda nuestro espíritu.



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