Muy a pesar de los intentos de que desaparezca de la palestra la vinculación narco – Leonel Fernández, el tema tiene demasiadas preguntas sin respuestas, y una sociedad que se respete, debería solicitar que una situación tan delicada sea aclarada hasta las últimas consecuencias.
Una de las aristas del tema ha sido la de descalificar a Quirino Ernesto Paulino Castillo, entendiendo que no posee la “estatura” de un Leonel Fernández. Vale pues describir ambos personajes y someter el perfil de ambos al cedazo de las palabras del jefe de la iglesia católica, el Papa Francisco.
Quirino Ernesto Paulino Castillo es un dominicano, narcotraficante confeso, quien fue perseguido durante años por las autoridades de la Drug Enforcement Agency (DEA) de los Estados Unidos de Norteamérica, siendo finalmente capturado por ellos y procesado por sus crímenes.
Quirino Ernesto Paulino Castillo logró llegar a un acuerdo con la justicia norteamericana que incluyó ofrecer información de sus socios y allegados, y entre estos ha mencionado al señor Leonel Fernández.
En conclusión, Quirino Ernesto Paulino Castillo es un delincuente, cuyas informaciones fueron dadas como buenas y válidas, estuvo preso por su crimen y cumplió con su condena siendo ahora un hombre libre, según lo establecen las leyes de convivencia humana.
Leonel Fernández, es un expresidente dominicano que gobernó durante doce años, incluyendo ocho años de forma ininterrumpida. Durante sus gobiernos las estadísticas internacionales colocaron al país en las últimas posiciones a nivel mundial en educación, salud, seguridad e institucionalidad; quizás la más grave de todas fue que colocaron a República Dominicana, como el país más corrupto del mundo (datos extraídos de las estadísticas del Foro Económico Mundial).
Asimismo, terminado su último mandato electoral, los dominicanos se enteraron de que existía un déficit fiscal de 200,000 millones de pesos, y han sido sometidos a fuertes impuestos para cubrir dicho déficit. Curiosamente, mientras eso sucedía, una fundación que preside el señor Leonel Fernández, así como sus allegados, aumentaron sus patrimonios de forma exponencial.
Precisamente dos de los allegados más cercanos del señor Fernández, el señor Félix Bautista y el señor Víctor Díaz Rúa, que han sido perseguidos por el ministerio público en República Dominicana, hasta el día de hoy no han sido condenados.
Miles de dominicanos están convencidos de que Leonel Fernández es el mayor corrupto de la historia de la República Dominicana.
En resumen, tenemos un delincuente (pecador) por un lado y un individuo señalado como corrupto por otro.
¿Qué es más grave?
Para aclararlo, no creo que haya mejor fuente que las sabias palabras del jefe de la Iglesia católica a nivel mundial, nuestro Papa Francisco, esto así, visto que últimamente se recurre a referencias religiosas y divinidades en respuestas y artículos de opinión por parte sobre todo del señor Fernández.
En octubre 2014, tocando el tema de la corrupción, en un reporte de la Agencia Católica Internacional (ACI), dice nuestro Papa que se trata de: “un proceso de muerte” que se ha vuelto habitual en la sociedad y que “es un mal más grande que el pecado”.
A continuación, en sus declaraciones que reproduzco tal como aparecen en el reportaje original, parecería hacer una descripción de la personalidad de alguien:
“Hay pocas cosas más difíciles que abrir una brecha en un corazón corrupto”. Indicó que esta persona vive del oportunismo e incluso llega a interiorizar una máscara de hombre honesto. “El corrupto no puede aceptar la crítica, descalifica a quien la hace, busca disminuir cualquiera autoridad moral que pueda cuestionarlo”, incluso ataca con insultos a todo el que piense diferente y si puede lo persigue, denunció.
“El corrupto se cree un vencedor”, explicó el Papa. Dijo que en un ambiente de triunfalismo, esta persona “se pavonea para menospreciar a los otros”. “El corrupto no conoce la hermandad o la amistad, sino la complicidad y la enemistad”.
En su discurso, el Santo Padre señaló que “el corrupto no percibe su corrupción”. Es como el mal aliento: “difícilmente quien lo tiene se da cuenta, son los otros quienes se percatan y deben decirlo. Por tal motivo, difícilmente el corrupto podrá salir de su estado” a través de su conciencia. “La corrupción es un mal más grande que el pecado. Más que ser perdonado, este mal debe ser curado”, expresó Francisco.
En ese sentido, denunció que este flagelo “se ha vuelto natural, al punto de llegar a constituir un estado personal y social ligado a la costumbre, una práctica habitual en las transacciones comerciales y financieras, en las contrataciones públicas, en cada negociación que implica a agentes del Estado. Es la victoria de la apariencia sobre la realidad y de la desfachatez impúdica sobre la discreción honorable”.
El Papa también se refirió a la corrupción dentro del sistema judicial al denunciar las sanciones selectivas. “Es como una red que captura solo los peces pequeños, mientras deja a los grandes libres en el mar”, indicó.
“Las formas de corrupción que se necesitan perseguir con mayor severidad son aquellas que causan graves daños sociales, sea en materia económica y social – como por ejemplo los graves fraudes contra la administración pública o el ejercicio desleal en las administraciones – como en cualquier tipo de obstáculo que interfiere al ejercicio de la justicia con la intención de procurar la impunidad de los propios delitos o de terceros”, expresó.
Apenas un mes después, en noviembre 2014 agregaba: “pecadores lo somos todos, pero en cambio no podemos ser corruptos”. El corrupto “intenta engañar, y donde hay engaño no está el Espíritu de Dios. Esta es la diferencia entre el pecador y el corrupto”.
Igualmente ha señalado la sanción para aquellos que viven una doble vida, a los que llama hipócritas.
“La doble vida de un cristiano hace mucho daño, mucho daño. Y todavía más cuando se utiliza hipócritamente la religión para blanquear la injusticia o la corrupción”.
Y a continuación establece la sanción:
“Es un injusto, y eso es doble vida. Y merece –lo dice Jesús, no lo digo yo- que le aten al cuello una rueda de molino y lo echen al mar. Jesús no habla de perdón aquí”.
Así opina el jefe de la iglesia católica cuando trata el tema de los pecadores y los corruptos.
Queda de cada lector ajustar estas líneas a Quirino y a Leonel.