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Recorrer los pasillos de un supermercado es como visitar un parque temático de marcas. Ante ti se despliegan decenas de champús, cereales, medicinas, bebidas, detergentes… Todos con etiquetas y nombres bien distintos.
Vas llenando tu cesta y te diriges a caja a pagar. Llevas detergente Ariel, esas pilas Duracell para el control remoto la TV, tu champú Pantene, el desodorante Axe, una bolsa de sopas Knorr, unas patatas Doritos y unos cuantos productos más.
Y allí, mientras haces fila, si te entretienes leyendo las letras más minúsculas de su etiquetado, descubrirás que tu dinero va a parar a apenas un puñado de empresas.
