¿Quién hizo a Dios?

¿Quién hizo a Dios?

¿Quién hizo a Dios?

Esta es una pregunta que todo niño hace y nadie puede responder.

Su respuesta es tan desconocida como muchas cosas de las cuales disponemos y aceptamos como una realidad aunque no conozcamos su principio o fin.

Por ejemplo, ¿quién conoce los límites del espacio y el fin del tiempo? ¿Cómo se forman los huesos de un bebé dentro del vientre de su madre?

Son cosas difíciles de explicar, aunque hayan hecho cálculos, experimentos, proyecciones o estimaciones. Lo más que alcanzamos es la inteligencia, somos finito y Dios es infinito, pero un día el más allá comprenderemos los misterios de su existencia. Asimismo es Dios.

Nadie sabe quién creó a Dios, pero al igual que las cosas que he mencionado, disponemos de evidencias y realidades que nos permiten comprobar la existencia de un Ser Superior que creó el mundo.

Hay varios argumentos como cosmológicos, teológicos, ontológicos y otros que tratan de explicar la existencia de Dios, pero la naturaleza de la revelación bíblica nos muestras que la cognoscibilidad de Dios es posible porque existe.

Dios se auto revela al hombre de dos formas: por revelación especial, a través de su espíritu en las escritura (1 corintios 1:21); y de manera general (salmos 104), por medio a la naturaleza o la creación, la historia, la naturaleza moral, la naturaleza religiosa, y por Jesucristo y la Biblia.

Dios se nos presenta en la naturaleza (Romanos 1:20). Cuando vemos todo lo que hay en el mundo debemos deducir que hay un arquitecto que diseñó todo.

Por ejemplo, el sol siempre sale por el este y se acuesta por el oeste, es decir, que hay un regulador.

En la historia contamos con los acontecimientos que preceden la salida del pueblo de Israel de Egipto (año 1777 a. C.), los días de Jesús, el diluvio, etc. Mientras que en la naturaleza moral siempre surge la necesidad de contar con un código de ética o disciplina por el cual se debe regir la conducta del hombre; como el Código de Hammurabi, un conjunto de 282 leyes escrito en 1750 a. C. por el rey de Babilonia, donde plasmó las conductas delictivas y el castigo correspondiente.

La naturaleza religiosa muestra que el hombre siempre busca alguien para adorar; y Jesucristo y la Biblia tratan de acercarnos a ese Dios que me motiva a escribir este texto.

Son muchas las evidencias de su existencia, pero a los incrédulos le fue cegado el entendimiento para que no le resplandezca la luz del evangelio Cristo, que es la imagen de Dios (1 corintios 4:4).



Senabri Silvestre

Editora de Nacionales del Periódico El DÍA, amante de Dios y de mi familia.

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