¿Quién gana más, Guillermo o el PRM?

Más que en cualquier otra esfera de la vida, en política “el fin justifica los medios”. Al menos eso es lo que argumenta la mayoría de los políticos. Pero, ¿hasta dónde es esto cierto? ¿Dónde está el límite de esa “verdad”?

Esto parece importar poco o nada a ciertos camaleones capaces de cambiar de chaqueta y de discurso con una facilidad asombrosa, pues dicen –sin ningún rubor– que “en política (como en los negocios) sólo se hace lo que conviene”. Pero, ¿son todos iguales? ¿Cómo y cuándo ejecutar una política de alianza y no perecer en el intento?
Llevo semanas con esas interrogantes revoloteando en mi azotea.

Todo ello a propósito del acuerdo suscrito por Alianza País con el gobernante Partido Revolucionario Moderno (PRM) sobre la base de que los aliancistas declinen de su propia candidatura presidencial y apoyen a Luis Abinader.

A cambio de lo cual los perremeístas llevan a Guillermo Moreno como candidato a senador por el Distrito Nacional.
En teoría es un ganar-ganar, pero como toda negociación política, esta también entraña riesgos para ambas organizaciones.

El PRM llegó a acuerdos parciales o generales con 22 partidos que van desde la izquierda hasta la derecha más rancia, pero ninguna como esta causó tanto revuelo, pues no sólo tuvo que superar la natural resistencia a lo interno de uno y otro lado. Además, sobreponerse al “efecto Faride” y luego disipar ciertas dudas.

Aparentemente, ya el PRM logró limar las asperezas internas y con Abinader al frente, todo el liderazgo del partido y los funcionarios del Gobierno están en las calles “cargando” en sus hombros –como dice la oposición– al doctor Guillermo Moreno.

Y es lógico que así sea, pues se trata de la Capital, la principal plaza política, donde, además, la oposición logró unirse alrededor de la candidatura de Omar Fernández, nada menos que el hijo de Leonel Fernández.

De ganar la senaduría de la Capital con Guillermo, el PRM retendría esa curul, pero además le asestaría un duro revés a la oposición y en particular al binomio Fernández.

Al mismo tiempo, Alianza País tendría por primera vez una voz en la Cámara Alta. Además, se da por descontado que como aliado del Gobierno ocuparía algunos cargos para sus dirigentes y algunos militantes.
Hasta aquí lo bello del paisaje imaginario.

Como quien quiere sembrar cizaña, desde la oposición hay quienes juran que al otro día de juramentarse como senador, Guillermo Moreno ha de declararse independiente del PRM.

Lo cual sería un grave error de su parte, porque perdería no sólo la confianza depositada en él, sino también la posibilidad de colocar en cargos más o menos importantes a algunos de sus cuadros.

Otra amenaza latente –esta vez para Alianza País– es que esa organización se diluya en el PRM, que sea absorbido, como les pasó a otros partidos minoritarios cuya identidad e independencia han quedado reducidas a su mínima expresión, luego de sellar alianzas con partidos en el poder.

Creo que si no surge un malestar interno que se le vaya de las manos a la dirigencia, el gran ganador será Guillermo Moreno. Por supuesto, hay que esperar su desempeño como senador, si es electo.

Abinader también gana con Guillermo porque fortalece su imagen de político honesto, algo en lo que no todos sus compañeros de partido le ayudan mucho.

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