¿Quién decide?

Algo que siempre me ha llamado la atención es cómo la sociedad se encarga de dejarte claro lo que no puedes hacer, lo que no puedes ser y muy pocas veces potencia la verdadera libertad de elegir y decidir.

Incluso cuando se habla de oportunidades ya te viene marcado un camino por el cual debes transitar para lograrlo o para integrarte.

Es cierto que todo necesita un orden para que el engranaje funcione, pero por qué es tan fácil establecer el no, antes que el sí. Unas puertas que se cierran sin ni siquiera darte la oportunidad de abrirlas.

Y lo más curioso es que uno sigue esas pautas de manera inconsciente, sin preguntarse el por qué y abandona ideas, sueños y acciones pensando que no lo pueden hacer.

Mi curiosidad, potenciada por mi entorno, siempre me ha llevado a preguntarme el por qué de las cosas, me cuesta mucho desechar algo pensando que no lo puedo hacer, es más, si encuentro cualquier obstáculo o persona que me hace sentir que no valgo para algo es cuando más se despierta mi interés y deseo por alcanzarlo.

No me gusta que otros decidan por mí, mis batacazos han sido tras una decisión y las consecuencias las he sufrido yo. Mis éxitos, lo mismo.

Pero nadie tiene derecho a marcarme un camino, a decidir quién soy, qué quiero o cómo debo pensar.

Lo que hoy soy es el cúmulo de unas raíces, una educación, unas experiencias y unos sentires.

Y me gusta pensar que he podido desarrollar todas mis potencialidades gracias a eso, incluso cuando me he puesto límites es porque ha sido necesario.

Las etiquetas me parecen innecesarias y hoy lo veo constantemente, quienes ahondan en las diferencias más que en permitir que cada quien sea como quiera. Simplemente, no.