Quizá en este instante esté representando el mito de Damocles, porque podría ser visto a la vez este escrito como una queja.
Si hay para mí una de las actitudes que más aleja de la grandeza es la queja aguda.
En algún momento del día nos quejaremos por algo, típico de nuestro ego que vive en la insatisfacción como su estado ideal, ahora cuando ya se convierte en una expresión constante, cuidado, porque es como estar victimizado y no hacerse responsable y dar el salto a la solución.
No en balde, cuando nos mantenemos en la queja nos falta la energía, los demás se alejan, y lo peor, seguimos atrayendo cosas que no nos gustan.
La queja constante no nos hace ver alternativas o resultados para mejorar esa condición que nos lastima o incomoda.
¿Qué puedo hacer para mejorar esta situación? ¿Puedo sentirme mejor? ¿Cuáles son las alternativas posibles?
¿Qué es lo positivo que puedo sacar de esto?
Son algunas cuestionantes que podemos hacernos cuando estemos ante esos momentos que podemos percibirnos como impotentes, pero en los que siempre hay una llave hacia la luz.
La falsa ilusión de un mundo ajustado a nuestras expectativas, y no es conformismo, nos hace testarudos y querer esa comodidad donde no se aprende.
Cambio y aceptación a lo que es, es la clave.