Bien, muy bien por Michelle Bachelet. Confieso que no lo esperaba. Me equivoqué; “noblesse oblige”.
Fue un informe contundente, lapidario, prudente y puntilloso, y por eso más tremendo.
Maduro o algunos de sus socios dijo que fue redactado por no sé cual funcionario del Departamento de Estado cuyo nombre ni viene al caso. Que ordinarios. Dijeron algunas otras ordinarieces muy al estilo bolivarianochavista sobre la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU. Ni la rozan.
No es que el informe sumara mucho más a lo que se sabía, pero importa: es un comité de la ONU a cargo de la dos veces presidenta de Chile, una mujer de izquierda, buena amiga de sus amigos y correligionarios progresistas, que decididamente no se confundió, no se amilanó ni hizo la vista gorda.
El reporte lo dice directamente o a través de testimonios; redondeando, no hay libertad de prensa, se persigue a los disidentes y opositores, hay desapariciones forzosas, se tortura y se mata, operan escuadrones de la muerte bajo protección del gobierno, hay hambre, mucha hambre, faltan medicinas, los venezolanos emigran, se van como alternativa.
Sobre las torturas la crónica recoge: “El documento de la Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos reporta que en muchos casos los detenidos fueron sometidos a una o más formas de tortura, así como a tratos crueles, inhumanos o degradantes; por ejemplo, la aplicación de corriente eléctrica, asfixia con bolsas de plástico, simulacros de ahogamiento, palizas, violencia sexual, privación de agua y comida, posturas forzadas y exposición a temperaturas extremas”.
Eso le mueve el piso a cualquiera. Motiva al más indiferente. Hace repensar a quien lo veía de otra manera.
Pero no a la ONU
La ONU es un organismo que sirve de muy poco. No sirve de nada, casi. En materia de derechos humanos menos aún.
Tiene unas cuantas oficinas que son una especie de agencia de empleos para políticos y expertos fracasados que siempre están a cargo de un estudio sobre lo que sea: las relaciones sexuales entre las termitas por ejemplo, y alguna agencia de la ONU paga.
Qué papa. Políticos y exgobernantes desahuciados en sus respectivos países teorizan sobre el arte de gobernar , exguerrilleros (muchos ahora acomodados en dólares) trabajan en sesudos programas con diagnóstico, pronóstico y soluciones para reimpulsar el alicaído sistema democrático.
Toda cosa nueva, políticamente correcta y “profundamente social”, eso sí, pasa a tener financiamiento de la ONU.
Y los beneficiarios, los que cobran, siempre son los mismos. Mientras a unos cuantos los entretienen con paneles o seminarios cortos, pero los dueños de la torta no se mueven.
Habría que ver cuánto aporta la ONU para la multitudinaria reunión del Foro de San Pablo a realizarse en Venezuela. Por saber.
Sería buena una auditoría a fondo, externa de las externas. Investigar como se hizo en la FIFA por ejemplo.
Es bueno saberlo, uno puede estar equivocado, y si es así admitirlo, como corresponde.
Pero hay cosas que ya se saben, como que el Comité de Defensa de los Derechos Humanos de la ONU que se reúne en Ginebra no tiene la más mínima autoridad para entender sobre el tema: Cuba lo integra desde siempre y creo que con esto basta para fundamentar lo afirmado.
Este comité fue el que avaló la dictadura del general Videla en Argentina; Cuba y la URSS a la cabeza impidieron declaraciones de condena y cualquier tipo de inspección o visita para ver lo que pasaba.